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El diablo de España

Todos los días llego media hora tarde a la oficina, pero lo compenso saliendo media hora antes. Hace siglos que en el imaginario popular cristalizó la idea de que en España se trabaja menos que en otros países, y además nos cabe la gloria de haber inventado un género literario y vital: la picaresca. Las antologías están llenas a rebosar. Recuerdo el chiste gráfico, tamaño cartel, que contemplé la primera vez que visitaba una imprenta: se veía a un cliente hablando con el encargado, que le contestaba de la siguiente manera: «¿Para cuándo dice que lo quiere?». El resto de la historia lo formaban tres monigotes desternillados de la risa por la ocurrencia del cliente. La metáfora de la agilidad y de la eficacia. Y el buen humor del personal, consciente de cómo funciona el negocio y dispuesto a reírse de sí mismo.

O esa otra escena tan reproducida en la que se observa a un obrero cavando una zanja, rodeado por cinco o seis personas (definidas por un rótulo) que únicamente se dedican a mirar: encargado, jefe de sección, capataz, supervisor, jefe de servicios técnicos, asesor de logística… En España observamos esa imagen y reímos la ‘ocurrencia’. «Desde luego, hay gente ingeniosa», pensamos sin levantar la voz mientras vamos poniéndole cara a los rótulos del chiste con personajes del ámbito de negocios o empresas conocidas.

¿Y qué decir de los chistes del tipo: «Están un español, un alemán y un fráncés…». Nuestra estampa laboral se empeña en el gen pícaro antes que en el gen currante. Ahí va un ejemplo, que arrasa en Internet:

Se muere un alemán y descubre que hay un infierno para cada país. Antes de irse al suyo, pregunta: «¿Qué les hacen aquí a los condenados?». Le explican que durante una hora los ponen en la silla eléctrica, otra hora en una cama de clavos y el resto del día va el diablo y les da latigazos. El alemán se acerca al infierno de los franceses, pregunta qué les hacen allí y le explican que los mismos castigos que a los condenados de Alemania. Entonces observa que la entrada al infierno de España está atiborrada de gente queriendo pasar y vuelve a interesarse: «¿Qué les hacen aquí a los condenados?». Le responden:

–Lo primero, sentarlos en la silla eléctrica durante una hora; después, otra hora los acuestan en una cama con clavos y el resto del día llega el diablo y les da latigazos.

Intrigado, vuelve a preguntar:

–¿Pero por qué hay aquí tanta gente queriendo entrar?

El español le contesta:

–Es que aquí nunca hay luz, los clavos de la cama los han robado y el diablo solo viene, firma y se va.

En el imaginario popular seguimos recortando chistes de Forges para ponerlos junto a la mesa de trabajo, pero el último informe de la OCDE sobre ‘La sociedad de un vistazo’ se ha convertido en un formidable peñascazo contra el luminoso de los tópicos, y más en concreto sobre el relativo al trabajo. Los españoles dedican al trabajo un 20 por ciento más de horas que los alemanes. Si lo sabrán los del Schalke de Raúl y Jurado. Los alemanes se vienen a nuestro infierno por el sol, no por el pícaro diablo.

Juan Domingo Fernández

Sobre el autor

Blog personal del periodista Juan Domingo Fernández


abril 2011
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