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La vomitera digital

Aunque don Miguel de Unamuno, tan inclinado a las paradojas, pensaba que «no existe peor intolerancia que la de la razón», seguramente en nuestra piel de toro es fácil encontrar brotes de intolerencia, y aun cosechas enteras, regadas con agua que no brota de la inteligencia o del raciocinio. Basta rascar un poco sobre la epidermis para que asome, como en aquella serie televisiva de extraterrestres, el ‘lagarto’ que ha colonizado nuestro lado oscuro, el inquisidor de horca y cuchillo dispuesto a arreglar el mundo a su manera.
Uno de los ‘rascadores’ de epidermis más populares lo proporciona Internet y la posibilidad de lanzar pedradas escondiendo la mano tras la confortable trinchera del anonimato. El anonimato funciona aquí como la rejilla del confesionario o el diván del psiquiatra, favorece la vomitera mental, la descarga de munición, con la ventaja de que no hay un cura que te ponga penitencia ni un facultativo que te pase la factura.
Como en un carnaval gigantesco, diseminado entre innumerables ordenadores, el ejército de desinhibidos justicieros apalea a su antojo a quienes se les ponen por delante. Con el antifaz puesto, el trabajo de repartir leña es una actividad muy divertida. Lo digo en serio, lo único bueno de este matonismo digital es lo que tiene de ‘liberación’, de válvula terapéutica para dar rienda suelta a frustraciones económicas, familiares, políticas…, sin desembocar en ámbitos socialmente más sensibles. Es aquello que les decía el ex ministro Ernest Lluch, asesinado por ETA, a unos indeseables que le insultaban semanas antes del atentado: «¡Gritad! ¡Gritad, porque mientras gritáis no estáis matando!».
Así que nunca falta gente dispuesta a llevarle la contraria a don Miguel de Unamuno con eso de la intolerancia y la razón.
Los periodistas celebramos ayer, convocados por la Federación de Asociaciones de la Prensa de España, una serie de concentraciones en cuarenta ciudades del país para dar lectura a un manifiesto sobre los problemas del sector y bajo el lema general ‘Sin periodistas no hay periodismo, sin periodismo no hay democracia’. ¿Alguien que utilice la razón, el raciocinio, puede usar ese mensaje –en mi opinión tan certero e inapelable como la ley de la gravedad– no solo para discrepar del lema, sino para ejercitarse en el insulto contra el periodismo y contra todos los miembros del colectivo?
Es un ejemplo entre millones, traído al hilo de la actualidad, no porque desee situarme al otro lado del cristal. El periodista debe huir del protagonismo personal (el protagonista es siempre la información, el reportaje, el entrevistado…) si no quiere convertirse en una caricatura del mundo del espectáculo o en ‘otra cosa’.
Más ejemplos. Un medio nacional anuncia que ha sido galardonado con el Premio Reina Sofía de Poesía Iberoamericana el nicaragüense Ernesto Cardenal, inmenso poeta, sacerdote de la teología de la liberación y en su día ministro sandinista. Uno de los comentarios a la noticia:  «Penosos, los ‘poemas’ del cura rebotado este. ¿Quién decide los premios, Stalin?». Por lo menos, el ‘mamporro’ ahí viaja rematado con humor.

Juan Domingo Fernández

Sobre el autor

Blog personal del periodista Juan Domingo Fernández


mayo 2012
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