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De 'raspajilón'

En ninguna época como en esta, tanta información ha generado tanto desconocimiento. Nos deslumbran los brillos de la Red y de la ‘aldea global’. Creemos navegar por la información o que ‘surfeamos’ sobre las olas cuando apenas revoloteamos por encima de un océano inmenso, distante y casi siempre con prisa, sin detenimiento.
Hace poco el país vibraba de indignación ante el atropello del gobierno argentino que expropió la empresa YPF a la española Repsol. Durante unos días era imposible andar por la calle sin toparte al experto de turno que se explayaba con ínclitas soluciones: «Aquí lo que habría que hacer», empezaba perorando, «es dejar las cosas claras y no andarse con contemplaciones». Luego, pueden imaginarse las fórmulas salvadoras… Algo similar ha ocurrido con la filial boliviana de Red Eléctrica, el contencioso del que a los cuatro días muchos no recuerdan otra cosa que la poca gracia que les hizo a columnistas como Antonio Burgos o Alfonso Ussía el desaliño indumentario de Evo Morales cuando se presentaba ante el Rey o ante el presidente Zapatero con aquellos jerseys «de lana gorda de indio cocalero».
Lo de YPF sirvió para recordarle a Cristina Fernández de Kirchner que en represalia podíamos nacionalizar a Messi, y poco más. Enredados aún con la retranca sobre Malvinas («aceptamos Falkland como nombre oficial», dijo alguien en broma), el asunto derivó por un derrotero que Gila hubiera explotado para inspirarse: «Argentina prohibe la importación de jamón español». Se acabaron las especulaciones sesudas sobre el valor de las acciones, los juegos de intereses geoestratégicos, el ‘nacionalismo’ peronista y otras pavadas propias de boludos…
El caso Bankia, lo mismo. Los análisis descienden hasta el subterráneo de las intenciones ocultas. Que si Madrid y Barcelona, que si las nefastas consecuencias del asalto de los políticos a los consejos de administración de las Cajas… Opiniones y juicios para dar y tomar. Sin embargo, el pequeño accionista se limita a averiguar, y hace muy bien, si su dinero está seguro en el  banco y si el límite de cien mil euros por titular, fijado por el Fondo de Garantía de Depósitos, sigue vigente.
Ayer leí en el twitter de José María Fernández, @jmfurena, una frase que ilustra de maravilla –quiero decir, con humor– la diferencia entre conocimiento y acumulación de información: «El mejor lugar para esconder un cadáver es la segunda página de búsqueda de Google». Además de irónica, argumentalmente impecable. ¿El tema? La superficialidad. Y sus derivados: la ligereza, la prisa, la fragmentación, la parcialidad, lo incompleto. Algo en lo que no se profundiza. Lo tangencial, lo percibido de ‘raspajilón’, por decirlo con esa palabra tan expresiva del habla extremeña.
Ejemplos elocuentes. Lea las informaciones sobre subastas de cuadros famosos: ‘El grito’, de Munch; ‘Los jugadores de cartas’, de Cézanne; ‘Naranja, rojo, amarillo’, de Mark Rothko o ‘Sleeping girl’, de Lichtenstein y fíjese en el sentido de muchos comentarios, en su liviandad… Solo se repara en la etiqueta, en el precio. Pura corteza.

Juan Domingo Fernández

Sobre el autor

Blog personal del periodista Juan Domingo Fernández


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