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Ronaldo, otra vez

DESDE que el fútbol traspasó la delgada línea que separa el puro espíritu deportivo del puro espectáculo de masas, esa nueva religión que se oficia al aire libre no sólo se ha convertido en eficaz sustitutivo de otras pasiones con más trascendencia social sino en un formidable analgésico para tiempos de pocas ofertas atractivas. Quiero decir que en el mercado de la vida actual el fútbol es una alternativa donde volcar los entusiasmos que no suscitan la política o la economía. En ese sentido, los clubes deberían estar subvencionados no sólo por los psiquiatras que nos ahorran sino por las válvulas de escape que proporcionan a una sociedad convulsa y cada día más desencantada.
De la nueva religión que es el fútbol se ha dicho de todo. Y en todos los sentidos. Desde aquella oda que Rafael Alberti dedicó al portero Platko hasta las palabras displicentes de don Miguel de Unamuno: «Lo cierto es que todas esas gentes que se pasan media vida hablando de fútbol son gentes que maldita la pena que vale el que hablen de otras cosas». Sin embargo, se ha hablado mucho más a favor del llamado ‘deporte rey’ que en contra. Quienes defienden los valores intrínsecos del balompié suelen citar la frase tan conocida del premio Nobel de Literatura Albert Camus: «Todo cuanto sé con mayor certeza sobre la moral y las obligaciones de los hombres, se lo debo al fútbol». Entre mis preferidas está la de Manuel Vázquez Montalbán: «El fútbol me interesa porque es una religión benévola que ha hecho muy poco daño». Breve, clarificadora y precisa.
Recuerdo que a finales de los años noventa le hice una entrevista a Manuel Vázquez Montalbán en la antigua Facultad de Filosofía y Letras de Cáceres, en el Edificio Valhondo. Además de hablar de literatura y de política, también le pregunté por otra de sus grandes pasiones: el fútbol. En aquellos días se especulaba acerca de si Ronaldo (y por entonces no había más ‘ronaldos’ que él, el primigenio y genial Ronaldo Nazario de Lima) aceptaría finalmente romper con el Barça y fichar por otro equipo. Recuerdo que el padre del detective Carvalho me miró extrañado cuando le pregunté su opinión sobre la marcha del delantero brasileño. «Ronaldo no es un futbolista, es una multinacional», contestó como el que señala una obviedad. Los hechos confirmaron al poco su intuición. Aparte de la fidelidad al fútbol, jugadores de ese nivel deben fidelidad al mercado, al negocio. Y el gran Ronaldo se marchó al Inter de Milán tras haber deslumbrado al mundo con su talento.
Ayer leí en este diario que peligra la renovación de Cristiano Ronaldo y que el astro portugués había anunciado en su cuenta de Twitter que los rumores sobre su renovación con el Madrid son falsos. Mientras tanto, en  otros medios periodísticos europeos se especula abiertamente con la posibilidad de que el Mónaco pague 100 millones de euros por él (tiene contrato con el Real Madrid hasta 2015) y le convierta así en el futbolista mejor pagado del mundo con un sueldo anual estratosférico. ¿Hablar de Messi? Para qué. Cualquiera comete un error y en su caso no debe de costarle mucho subsanarlo…

Juan Domingo Fernández

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Blog personal del periodista Juan Domingo Fernández


junio 2013
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