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Zonas de sombra

LA pasada semana arrasó en los premios Emmy, –es decir, en los Óscar de la televisión– ‘Breaking Bad’, considerada por muchos como la mejor serie de la historia televisiva a pesar de que en España, según informaba HOY, «solo la ve gente de nivel, friquis, estudiantes… porque es incómoda». No sé en cuál de los tres apartados debo incluirme porque yo soy uno de ese 3% de la población que sí se ha conmovido con la historia del rutinario profesor de Química de un instituto que sabiéndose atrapado por un cáncer incurable decide pasarse a la ‘zona oscura’, producir metanfetamina, convertirse en narcotraficante y atesorar una fortuna que poderle dejar a la familia.
Dicen los expertos que el protagonista, Walter White, es un ‘antihéroe’ semejante a los justicieros solitarios que pueblan tantas películas y novelas. A mí me parece que la clave de su éxito y lo que la ha convertido en una serie de culto con atracción magnética sobre el espectador no es su condición de antihéroe sino su condición precisamente de héroe sempiterno, de alguien que no olvida su ‘misión’, su tarea, aunque desde la perspectiva social y ética sean insostenibles, sin posibilidad de justificación, ninguna de sus actuaciones.
No son las escenas de cruda violencia física (tan abundantes en otras series actuales también de gran aceptación) lo que hipnotiza al seguidor entusiasta de ‘Breaking Bad’, sino los cataclismos morales, las transgresiones permanentes de quien prueba con hechos que para él el fin justifica los medios. Así de sencillo.
Las vicisitudes y peripecias que vive Walter White al deslizarse por el torbellino del narcotráfico en Estados Unidos no tienen nada que ver con lo que puede vivir a diario usted o la mayoría de los espectadores de la serie, pero el territorio moral en que se desarrolla el conflicto es universal: un americano medio, casado, padre de un hijo discapacitado y con otro en camino, decidido a ayudar a su familia dejándole una cantidad de dinero suficiente como para que no tenga que preocuparse por el futuro. Ese es uno de los temas centrales de la obra. Y uno de los mecanismos con los que conquista la empatía de los espectadores. Los múltiples ‘sucesos’ que se producen en los 62 episodios de las cinco temporadas que ha durado ‘Breaking Bad’ difícilmente podrán vivirlos gente común y corriente pero los desvelos, los deseos, las esperanzas, las inquietudes que sacuden la vida de los protagonistas son de la misma naturaleza que todas las pasiones humanas. He ahí el éxito. El gran acierto.
Desde el sillón de casa asistimos a tremendos acontecimientos que no solo nos asombran o nos conmueven sino que nos obligan a reflexionar acerca de lo correcto o erróneo de las decisiones adoptadas por un hombre que no es ni usted ni yo, pero con el que salvando las distancias que se quiera, más de uno no dejará de identificarse. ‘Breaking Bad’ (que puede traducirse como ‘Volverse malo’) reta al espectador a un desafío permanente: mirarse en el espejo de Walter White y averiguar qué tramo de la zona de sombra sería capaz de recorrer junto a él.

Juan Domingo Fernández

Sobre el autor

Blog personal del periodista Juan Domingo Fernández


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