La pasada semana participaron en Cáceres en una iniciativa del Centro Unesco de Extremadura dos prestigiosos periodistas, Soledad Gallego-Díaz, exdirectora adjunta de ‘El País’ y José Julián Barriga, exdirector general de Servimedia. Bajo el título ‘Diálogos sostenibles’, ambos intercambiaron reflexiones y puntos de vista acerca de nuestra realidad política, económica, medioambiental… Soledad Gallego-Díaz, una de esas firmas que en el panorama periodístico nacional apuestan desde hace años por la lucidez y la sensatez antes que por la palabrería o la vanidad, expresó algunas discrepancias con quienes abominan del bipartidismo. «El bipartidismo no puede ser percibido como una amenaza sino como una incitación al cambio», dijo. Marcó también ciertas líneas rojas que no es conveniente rebasar: «La cultura democrática consiste en el respeto a las instituciones». «No es sostenible un país democrático con instituciones desprestigiadas».
Es verdad que no se trata de un riesgo reciente, el peligro ha crecido de forma exponencial con los escándalos de corrupción de políticos, empresarios y en los últimos tiempos con las derivadas estratégicas que tratan de convertir en cascotes instituciones que han sido básicas para la convivencia y el progreso de todos. El río revuelto de la corrucpción y la crisis económica tiene que llevarse por delante la podredumbre de los que encuentre a su paso –grandes y pequeños– pero no podemos ser como Abundio, que vendió el coche para comprar la gasolina.
Una de las circunstancias por las que probablemente la sociedad española atraviesa esta encrucijada es la «desaparición de la pedagogía política» para subrayar lo que Sol Gallego-Díaz denominó «la posibilidad de consensos». La pérdida en la práctica política habitual del acuerdo, del consenso como instrumento imprescindible para la convivencia democrática. Vivimos tiempos en los que ‘solo’ parece posible el enfrentamiento, el numantinismo partidista (a veces ni siquiera ideológico) desde posiciones marcadamente sectarias y alicortas. Basta echar una ojeada al panorama de instituciones del Estado que deben renovarse de acuerdo con los partidos, pongamos el Tribunal Constitucional, por si a alguien le caben dudas.
La necesidad de no confundir ‘corruptos’ o ‘políticos corruptos’ con instituciones democráticas es la misma que debe respetarse al considerar si el estado de bienestar europeo es sostenible. Según Gallego-Díaz «lo que no son sostenibles son las mismas catástrofes» de los últimos años: «el ansia de acumulación de capital» de muchos sectores o la «incapacidad de establecer mecanismos de control» que existían con anterioridad y a los que se renunció igual que se aceptaron «procesos asimétricos» que llevaban implícita la señal del fracaso.
¿Y en Extremadura? Me quedo con el argumento más sobresaliente a mi entender de José Julián Barriga: sin empleo no hay futuro. Si el empleo es a base de subvención, de trabajo dopado, también llevará implícita la señal del fracaso. La palabra mágica –aunque no suene muy bien– es ‘empleabilidad’. Habrá que empezar a usarla.