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De lecturas pendientes

Ando estos días organizando el donoso escrutinio de los libros que pienso llevarme en las vacaciones y como suele ocurrirme cada año se disputan los huecos en la maleta las relecturas, las deudas antiguas (confieso que de este agosto no pasa ‘El gran Meaulnes’, de Alain-Fournier ) y algunos títulos más recientes entre los que solo voy a citar dos, muy distintos entre sí, de dos escritores nacidos en Extremadura: ‘Cuentos del día a día’, de Tomás Martín Tamayo y ‘Vida secreta’, el último libro de poemas de Javier Rodríguez Marcos, aparecido en la colección Nuevos Textos Sagrados de Tusquets.
Durante un tiempo yo creí también que los libros son la residencia más confortable de la vida. (Por cierto, Alberto Manguel, ese sabio que en su juventud le sirvió de lazarillo lector al Borges ya vencido por la ceguera, ha escrito hace poco ‘El viajero, la torre y la larva. El lector como metáfora’, donde viene a desmentir que el lector ideal sea precisamente el que se encierra en su torre de marfil parafraseando al fray Luis de León en ‘Vida retirada’: «¡Qué descansada vida / la del que huye el mundanal ruïdo / y sigue la escondida / senda por donde han ido / los pocos sabios que en el mundo han sido!». Como tampoco pueda blasonar de lector ideal el insigne Quevedo solitario en la Torre de Juan Abad: «Retirado en la paz de estos desiertos, / con pocos, pero doctos libros juntos, / vivo en conversación con los difuntos, / y escucho con mis ojos a los muertos»).
Borges calculaba que en la vida de cualquier hombre da tiempo a leer con provecho unos 200 libros y que lo importante es elegirlos con tino y releerlos. Baroja decía que cuando uno se hace viejo le gusta más releer que leer. Y Juan Goytisolo ha confesado alguna vez que más que un gran número de lectores, lo que busca es «un cierto número de relectores». Los placeres de la relectura los conoce bien un autor que es también un poeta y un crítico esencialmente ‘lector’. Me refiero a Luis Alberto de Cuenca, exdirector de la Biblioteca Nacional, Premio Nacional de Traducción y autor de poemarios memorables como ‘La caja de plata’ o ‘Cuaderno de vacaciones’. Uno de los festines que me he regalado como lector se lo debo al libro ‘Palabras con alas’, de la sevillana Ediciones de la Isla de Siltolá, en el que Luis Alberto de Cuenca reúne una selección de artículos críticos y reseñas aparecidos entre 2006 y 2012 en la revista ‘Mercurio’.
Lejos de pedanterías académicas o de improvisadas ocurrencias, De Cuenca conduce al lector por el mundo de las novedades literarias pero sobre todo por el de la historia de la literatura. Lee, reseña y contextualiza. Y lo hace con una prosa milimétricamente precisa, rítmica, culta y elegante que a mí me parece que constituye la primera muestra de respeto a quien se adentra en sus páginas. Es admirable que al hilo de un puñado de títulos y pequeños artículos logre mantener siempre el interés del lector desvelándole claves personales o literarias de autores como Montaigne, Coleridge, Catulo, Ezra Pound, Bioy Casares, Kipling, Juan Eduardo Cirlot… y temas que van del cómic a la ciencia ficción o al arte contemporáneo.

Juan Domingo Fernández

Sobre el autor

Blog personal del periodista Juan Domingo Fernández


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