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Pararse a pensar

Recuerdo que en mis inicios periodísticos cuando planteaba hacerle una entrevista a algún personaje con relevancia política, literaria, universitaria… era habitual por parte de los entrevistados mostrar cierta reticencia a la entrevista grabada en directo, sin cuestionario. Su argumento solía coincidir: «Es que me gustaría responder con precisión, para decir algo con enjundia, sin tener que improvisar…». Ese deseo de precisión y relevancia me parece que ha sido fagocitado por un modelo de comunicaciones que pone el acento en la inmediatez, la claridad y sobre todo la brevedad. Me viene a la memoria aquella maldad que se atribuía a Fraga en sus años frenéticos de ministro de Información y Turismo dando órdenes a los funcionarios: «Haga usted lo que tenga que hacer pero hágalo deprisa, aunque sea nada».
Me parece que un hombre armado de un dogma y una verdad es más peligroso que la fiera que solo obedece a su instinto. Dios nos libre de quien no duda, del que se sabe poseído por certezas absolutas, sin resquicios ni matices. En ‘La rebelión de las masas’ dice Ortega del hombre-masa: «Ya no es sazón de escuchar, sino al contrario, de juzgar, de sentenciar, de decidir. No hay cuestión de vida pública donde no intervenga, ciego y sordo como es, imponiendo sus ‘opiniones’».
Frente a la reflexión y el debate, la consigna, cuando no el dicterio o incluso el chascarrillo. La falta de rigor, de sustancia, la falta de enjundia en los planteamientos que afectan a lo público es un modo de impostura que debería sancionarse. Recurrir a la demagogia, a la simpleza, equivale a fundir metal con una aleación defectuosa. Fraude y filfa.
En una situación como la que se vive ahora en España de grandes controversias públicas y libertad de expresión triunfan, paradójicamente, no los modelos más ‘reposados’ y profundos de análisis sino el vértigo epidérmico de las redes sociales y su ‘filosofía accesible’ en píldoras de 140 caracteres o el ‘pensamiento débil’ del abordaje tangencial y poco denso…
A más libertad, más pluralidad, ¿pero más debate? Creo que no. Vivimos una inflación de ‘declaraciones’, de meras opiniones, pero me parece que sin ahondar en los temas. Por decirlo de forma resumida y caricaturesca: en nuestros días se ha impuesto el modelo ‘Sálvame de Luxe’ al veterano ‘La clave’ de Balbín. Y conste que mi discrepancia no se limita al formato de los programas, sino al fondo de los mismos.
Un gran número de personas quiere escuchar, ver y leer solo lo que desea, lo que conoce y lo que piensa. Quiere sentirse reforzada en sus opiniones y creencias. Las certidumbres. Y los medios (todos, no me refiero a ningún en concreto) lo saben y procuran satisfacer la demanda. Así que al vértigo de las reflexiones –nunca hubo ‘acontecimientos’ más perecederos– hay que sumar la brevedad y me temo que la ligereza… En corto y a las claras. ¿El contenido? Da lo mismo. Hace más de trescientos años lo intuyó La Bruyere: «Hay personas que comienzan a hablar un momento antes de haber pensado». Y encima, triunfan.

Juan Domingo Fernández

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Blog personal del periodista Juan Domingo Fernández


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