En ‘Tartarín de Tarascón’, la divertida novela de Daudet, uno de los pasajes más reveladores es el que cuenta el episodio de la muerte del león y el consiguiente proceso para determinar si el felino había muerto en territorio civil o militar. Podía parecer baladí, pero era asunto trascendente… Si la muerte le sobrevino en territorio civil, el juicio sería ante un tribunal de comercio. En el otro caso Tartarín sería sometido nada menos que a un consejo de guerra… ¿Solución? Tras un mes de idas y venidas por juzgados, cafés y trato con leguleyos se llegó al acuerdo de que si bien el león había sido muerto en territorio militar, cuando el cazador disparó estaba en territorio civil. «El asunto se juzgó, pues, por lo civil, y a nuestro héroe se le impusieron dos mil quinientos francos de indemnización y las costas».
Aparte de parodiar los turbios ámbitos judiciales y pleiteadores donde transcurre la acción, Alphonse Daudet lo que ejemplifica con el episodio de las dos jurisdicciones para la muerte del león es un caso concreto de posibilismo rentable: esa ideología que subyace en la famosa frase de Marx (Groucho): «Estos son mis principios; si no le gustan, tengo otros» o estos días en las metamorfosis definitorias del líder de Podemos, protagonista de un singular ‘show de Truman’ y a la vez posmoderno Frankestein dispuesto a complicarle la vida incluso a sus creadores y patrocinadores…
En este teatrillo apresurado y desmemoriado en que se ha convertido la política actualmente, son posibles carreras vertiginosas sin más sustento que la salmodia de las tertulias y unos millones de tuits en las redes sociales… Frente a miles de militantes sencillos, honrados, generosos y labrados en el esfuerzo (en el caso de algún partido con más de un siglo de lucha, sufrimiento por la represión y decenas de generaciones sacrificadas en favor de la democracia y la convivencia). ¿Es que en nuestros pueblos y ciudades no sabe la gente distinguir quiénes son los que participan en la política para servir al bien común y no para servirse de ella? ¿No saben distinguir el trigo de la paja y quiénes son los que tratan de dar un formidable tocomocho sobre la base del populismo, del posibilismo y la megalomanía?
Los pecados de los otros no te convierten a ti en santo, por mucho desparpajo que demuestres popularizando la hucha para recoger las ganancias… Es incuestionable que en España se han producido situaciones escandalosas y casos de corrupción que exigen remedios severos. Pero a mí por lo menos siempre me resultará más fiable el instinto de alguien que apuesta políticamente por la limpieza, la claridad y la pasión sincera en el bien común antes que por las prácticas del político de laboratorio y estrategia oportunista… A otro perro con ese hueso.
De todas formas, los grandes partidos se estarán equivocando también de lado a lado si creen que los cambios en España no son urgentes. Casos como el del joven que ha ingresado en prisión por pagar hace seis años 79,20 euros con una tarjeta falsa tiene tanto de escandaloso como de sintomático. Para hacérselo mirar. En profundidad.