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Cargar con el mochuelo

Los prolegómenos en el Congreso para la investidura del futuro presidente del Gobierno tienen algo de comedia de enredo y bastante de juego de trileros, pero con las cartas en poder de sus señorías y nosotros convertidos en los ‘primos’ y en las víctimas que corren con los gastos. «La primera perdiz que levanta el vuelo recibe el tiro», dice el proverbio. Agazapados en sus respectivas estrategias, los partidos veteranos y los nuevos juegan al despiste por ver si evitan cargar con el mochuelo.
El mochuelo equivale aquí a comprometerse con algo que hipoteca tu futuro o tus perspectivas personales. En el caso de Rajoy, por ejemplo, aceptar que está en la cúspide jerárquica de la ‘balanza maldita’: esa que sostiene en un platillo el mayor número de diputados y en el otro los más variados y profundos episodios de corrupción…
El mochuelo en el caso de Pedro Sánchez equivale a un liderazgo sin consolidar y sin respaldo social, basado en el mero trámite de haber sido elegido en primarias dentro de los cuadros orgánicos de su partido, como si tal circunstancia acarreara por ciencia infusa el carisma o constituyera un salvoconducto permanente frente al ‘reproche’ social de unos resultados electorales supermenguantes y de estar pilotando el principal partido histórico del país como el que conduce un vehículo cuesta abajo y sin frenos…
El mochuelo en el caso de Pablo Iglesias es descubrir que no cabe sorber y soplar al mismo tiempo, que no se puede aspirar a la primogenitura de la izquierda desde postulados que jamás han tenido asiento en la realidad y menos interpretados bajo la atmósfera egocéntrica de una formación familiarizada con los departamentos universitarios y los platós de las televisiones pero sin un contacto próximo a la realidad del ciudadano de la calle.
El mochuelo para Albert Rivera lo constituye el riesgo de seguir apostando por la renovación democrática y a la vez comulgar con las ruedas de molino y las contradicciones de vivir entre dos aguas. Las contradicciones de que en tan ardua tarea les van a etiquetar y cobrar peaje de ‘derechistas’ si transigen con el PP y por el otro lado le van a cobrar el peaje sobre la credibilidad de su afán renovador si no consigue regresar de la batida al menos con la cabeza de Rajoy…
La suerte de Rajoy es que el tiempo corre a su favor. Cuanto peor, mejor para él. Porque el Partido Popular (y en Génova lo saben) es quien menos tiene que perder en unas próximas elecciones, donde acariciaría probablemente la mayoría absoluta. De ahí el clamor generalizado reclamando pactos y soluciones de forma urgente mientras los políticos, al igual que los amantes engañados, parece que son los últimos en enterarse…
La suerte está echada. Lamentarse es absurdo. Las diez de monte siempre serán para el PP pues aunque pierda, nunca perderá tanto como el PSOE, Podemos y Ciudadanos. Y el común de la gente, claro, que pagaremos el mochuelo.

Juan Domingo Fernández

Sobre el autor

Blog personal del periodista Juan Domingo Fernández


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