HAY autores a los que no les basta el trabajo de pura ‘creación’ y precisan de un trabajo complementario para llegar a fin de mes. En España supongo que es el caso de nueve de cada diez novelistas y tal vez del cien por cien de los poetas. Ocupaciones que garantizan la ardua supervivencia y lucen en sus frutos ese carácter ‘alimentario’ al que se refirió Luis Buñuel para unas cuantas de las películas que rodó en su etapa mexicana.
Aunque no nos engañemos, la creación por encargo o directamente para ganar dinero no es un asunto nuevo. La historia del arte y de los mecenazgos son columnas de ese templo. Hace unos años, Bioy Casares citaba las palabras del Doctor Johnson: «Sólo un badulaque escribe por placer» y recordaba que el propio Johnson escribió una de sus novelas no por encargo, sino para pagar el entierro de su madre. Lo mismo cabe decir de Shakespeare, Defoe, Balzac o Galdós, entre otros muchos.
En Oxford comprobé con mis propios ojos la devoción literaria que despierta una vieja taberna, ‘Eagle and child’, ‘El águila y el niño’, donde se reunían en tertulia profesores y escritores tan conocidos como C.S. Lewis y J.R.R. Tolkien. El éxito ‘turístico’ de ese local en la vieja ciudad universitaria está vinculado al éxito de las películas basadas en la serie ‘El señor de los anillos’ que Tolkien –padre de familia numerosa– había escrito por recomendación de su editor con el firme propósito de ganar dinero tras el éxito previo de ‘El Hobbit’. En Edimburgo también he conocido la pasión casi fetichista que inspira J.K. Rowling y su famoso personaje Harry Potter, con cafeterías o antiguas viviendas donde escribió algunas de esas novelas que ya forman parte de la educación sentimental de varias generaciones de adolescentes de medio mundo.
He recordado el caso de las dos grandes sagas, ‘El señor de los anillos’ y ‘Harry Potter’ porque en ambos el salto definitivo al estrellato se vio favorecido por versiones cinematográficas también de gran éxito. Esta semana ‘ABC’ rescata la reseña que publicó de ‘El Padrino’ cuando se estrenó en 1972 y subraya un hecho relevante: fue una obra maestra «escrita para pagar deudas». El crítico Antonio Colón explica que el filme estaba basado en un ‘best seller’ de Mario Puzo, quien había publicado antes dos libros con gran éxito de crítica, pero no así de dinero. «El mismo Mario Puzo confiesa que ‘El Padrino’ es la más inferior de sus tres obras y que la escribió sencillamente porque estaba cargado de deudas y quería ganar dinero». Y Francis Ford Coppola también declaraba algo similar: necesitaba dinero para hacer el cine que quería.
Confieso que en esta materia soy un descreído, mi patrón es Vicent Van Gogh. Cuando alguna vez percibo la ‘ansiedad vanidosa’ en quienes aspiran a la gloria del Parnaso me viene a la cabeza la anécdota de aquel tertuliano que ante los lamentos del joven poeta por lo minoritario del género le espetó: «¡Pero hombre, usted es un iluso; además de escribir buenos libros quiere que se vendan!». Y si además se leen…