Tengo la costumbre de ‘archivar’ entre las páginas de los libros de mi biblioteca recortes de entrevistas, cartas, reseñas o críticas del autor de la obra de que se trate. Ahora que acaban de cumplirse 15 años de la publicación de ‘La semilla en la nieve’, de Ángel Campos Pámpano, y se reedita una edición bilingüe, español-portugués, esta vez en la Editora Regional de Extremadura, aprovecho para releer ese extraordinario libro de poemas y de paso para refrescarme la memoria con la entrevista a su autor que publiqué en las páginas de HOY. Una doble página que encabezaba el titular: «Ángel Campos consagra una conmovedora elegía a su madre con el libro ‘La semilla en la nieve’», y la siguiente entradilla: «‘Mientras pueda pensarte / no habrá olvido’. Con esos versos arranca el libro ‘La semilla en la nieve’, un estremecedor recorrido por la memoria con el que el poeta Ángel Campos Pámpano se adentra en el durísimo laberinto de los recuerdos de un hijo que vivió casi toda su vida de niño y adolescente entre mujeres (con su madre y su abuela, en su localidad natal, San Vicente de Alcántara) y echando de menos la figura del padre, muerto cuando el autor apenas tenía cuatro o cinco años. Como un poeta de sensibilidad extraordinaria, Ángel Campos no se ha limitado a levantar un panteón funerario a la memoria de su madre, Paula Pámpano, a quien dedica el libro, sino que le ha construido un monumento más perdurable que el mármol y las lápidas, un monumento levantado sobre veinte columnas: los veinte poemas de ‘La semilla en la nieve’».
Hasta ahí el primer párrafo de una ‘recepción periodística’ de la que ahora, mirando con perspectiva, –perdón por la referencia personal– me siento orgulloso. Entre otras cosas porque más que una entrevista al uso, esas dos páginas incluían un poema (‘La espera’) que en mi opinión resume muy bien el tono del libro, y un recuadro con datos bio-bibliográficos para perfilar la trayectoria literaria del autor. Creo que el tiempo ha confirmado el valor excepcional de ese conjunto de poemas, no tanto porque al año siguiente de ser publicado, Ángel Campos recibiese el Premio Extremadura a la Creación 2005, sino por dos razones que estimo infalibles: inmediatamente de publicarse la entrevista a que me estoy refiriendo, recibí varias llamadas de lectores interesándose por las librerías o los puntos de venta en que podrían adquirir el volumen. ¡Un libro de poemas de un autor contemporáneo! Sin haber desembocado aún en las redes sociales ni en la parapoesía. ¿La otra razón? Que basta leer cualquier poema de ‘La semilla en la nieve’ para percatarse de que condensan una emoción sin fecha de caducidad. Poemas que eluden, precisamente, el sentimentalismo fácil o la verbosidad retórica. Palabras que resisten el paso del tiempo.
Quince años después, la humanidad estremecida que habita esas páginas me transporta a otros libros del autor: ‘Por aprender del aire’, ‘La voz en espiral’, ‘Caligrafías’, ‘La ciudad blanca’… Y también al recuerdo de una entrevista a José Ángel Valente y unos pocos juicios, compartidos, acerca de César Vallejo. Emociones vivas.