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‘Instantes decisivos’

Un tropel de jóvenes estudiantes recorre las salas de exposiciones de un viejo palacio rehabilitado, el de la Fundación Mercedes Calles, en el corazón mismo de la ciudad monumental de Cáceres. En una de sus paredes luce esta frase de Henri Cartier-Bresson: «El fotógrafo no puede ser un espectador pasivo, no puede ser realmente lúcido si no está implicado en el acontecimiento». Esas palabras se entienden mejor recorriendo la muestra ‘Instantes decisivos’, que reúne obras de 47 grandes maestros de la fotografía como Man Ray, Cartier-Bresson, Capa, Robert Doisneau, Korda, Kertész, Nicolás Muller, Cristina García Rodero, Chema Madoz, Carlos Pérez Siquier, Ramón Masats, José Manuel Ballester, Carlos Saura, Elliot Erwitt, Xavier Miserachs, Gerardo Vileba o Leopoldo Pomés, entre otros, pertenecientes a la colección Julián Castilla, propietario también de la valiosa ‘Colección Himalaya’ de pintura y escultura.

Lejos de perturbar como los recorridos que provocan el ‘síndrome de Stendhal’, –el viajero sometido a sobredosis de obras artísticas–, la exposición ‘Instantes decisivos’ constituye en sí una antología de imágenes icónicas, un recorrido en torno a algunas de las fotografías que han alimentado la mitología cultural y los referentes icónicos del ultimo siglo. Y no exagero.

Desde la imagen (tantísimas veces reproducida) de la espalda desnuda de mujer que Man Ray titula ‘El violín de Ingres’, hasta la plancha metálica con clavos que el maestro surrealista y dadá tituló ‘Regalo’. Desde la foto de Robert Doisneau ‘Los panes de Picasso’, en que se ve al genio malagueño sentado a la mesa, con el plato delante y haciéndonos creer que unos bollos de pan que simulan dedos son sus propias manos; pasando por la hipnótica fotografía que Robert Capa hizo a un Picasso maduro y vigoroso mientras protege con una sombrilla del sol de la playa a su musa de entonces, la deslumbrante y misteriosa Françoise Gilot. Una antología en la que podemos admirar el retrato que Dennis Stock hizo a James Dean bajo la lluvia en Times Square; la foto de la pareja besándose apasionadamente en París en 1950; el niño con botellas que Cartier-Bresson fotografió en la rue de Mouffetard; la España de los años cincuenta y sesenta que retrata Nicolás Muller en ‘Corro de niñas’, la adoración a la Virgen en el interior de una iglesia manchega o la titulada ‘Preparando el ataúd’, del año 1957. Fotos que cuentan historias, que detienen el reloj. Estampas de una España no tan lejana: ‘Capea en la Algaba’, de Leopoldo Pomés; ‘Vivir en Madrid. Casa de Campo’, 1967 de Francisco Ontañón; ‘La confesión. Saavedra. Lugo’, 1981, de Cristina García Rodero; ‘Veraneo’. Santander, 1960 de Gerardo Vielba o la famosísima ‘El piropo’, captada por Xavier Miserachs en 1962. Hasta la foto ‘icónica’ por antonomasia: el Che de Korda, o las recientes y coloristas de José Manuel Ballester. Imágenes que conmueven.

Decía el escritor André Pieyre de Mandiargues refiriéndose a Cartier-Bresson, que la belleza de la imagen era para él un misterio, «una visión fantástica de la realidad en la que lo trágico y lo cómico se confunden constantemente», tal y como sucede con muchas obras literarias. Acaso esa observación sea también un buen resumen de esta muestra.

Juan Domingo Fernández

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Blog personal del periodista Juan Domingo Fernández


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