Definitivamente la saga “Piratas del Caribe”, cuya continuación “La venganza de Salazar” está ahora en pantalla, ha abandonado sus orígenes genéricos de cine de piratas para transformarse en fantástico y de acción. El entorno histórico casi ha desaparecido y los espectros y la mitología se adueñan de una trama suavizada por la presencia histriónica y humorista de Johnny Deep
Como el espectador español medio le tiene tanta tirria a Javier Bardem, que interpreta, y muy bien por cierto, de Salazar, el antagonista, no creo que esta entrega vaya a funcionar tan bien como las anteriores, pero no hay que negarle el atractivo de las secuencias de acción y unos diseños visuales muy originales y dinámicos como el del navío fantasma o la presentación de animales y piratas fantasmas. La magnífica música de los créditos finales nos conduce a un epílogo en el que se promete una nueva entrega.
Pensando en la iconografía típica del pirata de película: pañuelo en la cabeza y aros en las orejas, averigüé que ese aro significaba que dicho personaje había cruzado el temible cabo de Hornos, lugar de unión de los océanos Atlántico y Pacífico. Ese pasaje es quizás la secuencia fundamental del cine de largas travesías marítimas. Recordemos su imponente presencia en las diversas versiones de “Rebelión a bordo”: vientos huracanados, olas capaces de arrancar el palo mayor de la Bounty y marinos tratando de sujetar aparejos antes de ser tragados por el mar.
Convendría citar también un par de títulos más en los que aparece dicha zona: “Hawai” , en la que un barco de Nueva Inglaterra que transporta predicadores luteranos para evangelizar las islas del título se ve azotado por las inclemencias en el estrecho, mientras que Max Von Sydow, interpretando a un religioso radical e intolerante, eleva su voz a Diós para cruzar sin peligro.
El caso de “Master and Commander” es aún mejor, ya que el desafío del buque de guerra británico “Surprise” consiste en perseguir al enemigo francés, el “Acheron”, superior en envergadura y armamento, también a través de ese abismo de viento y mar en el cono Sur. Lástima que, aún siendo ésta una de las mejores películas de barcos de la historia, no haya tenido continuación, habida cuenta de la larga serie de novelas que Patrick O’Brien escribió sobre el capitán Aubrey el doctor Maturin.
Lo habitual es que en el cine de piratas la verosimilitud histórica brille por su ausencia. En Hollywood se conformaron con poner a los españoles como los malos de la película e ignoraron las falacias británicas para impedir el libre tráfico de convoyes entre América y España.
También se olvidaron en Hollywood de que los piratas y corsarios del Caribe eran una minucia, en número de individuos y de estragos, comparados con los asiáticos. En el mar de China pululaban auténticos ejércitos navales imparables, como el de la mujer pirata Ching Shih, que en los últimos años de su imperio llegó a comandar unas 1000 naves y que inspiró a uno de los personajes de la saga “Piratas del Caribe”, por no hablar de los piratas berberiscos que asolaron el Mediterráneo durante casi toda la Edad Moderna.
Pero toda la emoción de la travesía suicida, de las maderas crujiendo bajo la tempestad y las rocas azotadas por la espuma, se viene abajo con la tecnología actual. Un francés llamado Frank Cammas cruzó sin problemas el Cabo de Hornos en 2015 a bordo de un catamarán dotado de hidroalas.
La única forma de recuperar la emoción de la aventura marina es ponerse a jugar a “Assassin’s Creed: Bandera negra”, donde podemos interactuar con todos esos lugares, acciones y personajes que conocimos por primera vez, hace ya tantos años, a través de Robert Luis Stevenson y su isla del tesoro.