En la última novela de Stephen King, “Fin de guardia”, que cierra la trilogía iniciada con “Mister Mercedes” protagonizada por el policía jubilado Hodges, su antagonista , conocido como “el príncipe del suicidio”, ha adaptado unas aparentemente inofensivas consolas de videojuegos y las ha distribuido de forma masiva. En ellas, junto con juegos simples como el solitario o el comecocos hay uno de pesca de peces con mensajes subliminales de color y sonido que inducen al jugador al suicidio.
Estas formas de hipnosis se han dado mucho en el cine, el cómic y la literatura popular, siendo el malvado Fu Manchú, que para los de mi generación fue encarnado por Christopher Lee en la pantalla , uno de los maestros de estas técnicas.
Todo esto viene a cuento a raíz del visionado de la última película Marvel: “Thor: Ragnarok”. El público que asiste a estas sagas cada vez es de menor edad; de hecho la mayoría van acompañados de sus padres, que probablemente sean a los que más les interesa la película. Lo digo porque es difícil que niños de cinco a siete años hayan leído los abundantes y voluminosos cómics o visto toda la filmografía anterior de “Los vengadores” y sus diversos “spin offs”.
Especialmente esta entrega de Thor incluye secuencias de efectos lumínicos y sonoros que a lo mejor contienen un elemento hipnotizante. Los vuelos iridiscentes hacia Aasgard, los colores de los personajes (el rojo de Thor frente al verde de Hulk) creando un vertiginoso cóctel digital en las secuencias de luchas, etc, etc, creo que deben tener algún efecto en las mentes más sencillas. Pero no se asusten, no creo que los de Marvel traten de volver locos a una generación, es algo mucho más simple : les incitan a comer palomitas y beber refrescos, que es en realidad el negocio del cine comercial hoy. Si se dan cuenta, comprobarán como hay chavales que entran y salen varias veces durante la proyección, tanto para reponer chucherías como para evacuar la cantidad de líquido que se meten en el cuerpo.
En lo que a mí respecta lo que me interesa de estas películas de super héroes , que ya no recibo con el mismo entusiasmo de antes, es su sentido del humor, y en este caso el título que nos ocupa está sembrado. Desde el momento en que el dios del Trueno, Loki, Hulk y Walkyria (hay una memorable secuencia wagneriana), se autodenominan “Los vengativos” para diferenciarse de los Vengadores, hasta las bromas entre los protagonistas, sigue interesándome ese tratamiento jocoso, de no tomarselo demasiado en serio, que es precisamente de lo que carecen las películas de DC, a las que les sobra seriedad y afán de trascendencia.
Y termino con un chiste que atañe a superhéroes de ambas factorías:
¿De dónde proceden los superpoderes de Iron Man y de Batman?: del dinero; ambos son millonarios.