Creo que fueron las series de televisión las que se adelantaron al western moderno, ofreciendo una nueva aproximación a los personajes, los escenarios y el imaginario en general. No creo equivocarme si digo que la serie “Deadwood”, ya en su quinta temporada, fue una de las primeras en su género. En ella aparecían personajes históricos como Calamity Jane o Wild Bill Hitcock tratados en un tono bastante diferente al que nos tenían acostumbrado en el western clásico. La épica y los estereotipos dejan lugar a espacios realistas y personajes tridimensionales.
En cine, y ya en el siglo XXI, el género empezó a buscar nuevos horizontes, rodando en sitios como África del Sur, Australia y los países nórdicos. La violencia se hizo más explícita y las mujeres empezaron a tener papeles importantes como en “La deuda” o “Brimstone”.
Pero las raíces del western siguieron estando ahí, no se deconstruyó su esencia, sino que se renovó y olvidó su condición de serie B de entretenimiento, pasando a presentarse en festivales internacionales y a hacer hibridaciones con otros géneros, como el terror (“Bone Tomahwak”)
Y hete aquí que Netflix se descuelga ahora con una de las series más interesantes de la temporada: “Godless” (que significa “Sin Dios”). Definida como “una joya subversiva y feminista”, el arco temático principal transcurre en un pueblo de Nuevo México, “La Belle”, habitado principalmente por mujeres, ya que los maridos han perecido todos a causa de una explosión de gas en la mina de plata de la que se sustentaba la economía. Sólo un sheriff que está perdiendo la vista, su joven ayudante y un tipo al que se le ha ido la cabeza e ignora su nombre, son la representación masculina, además de los diversos “buitres humanos” que revolotean en torno a las mujeres y su mina. Hay otras tramas argumentales pero todas confluyen en una idea, presentarnos una visión del western que enganche a un sector del público poco aficionado al género: las mujeres.
Además de la idea de “empoderamiento” y de espíritu de combate femeninos, “Godless“ es una auténtica antología de los mejores antecedentes del género. Evocamos “Horizontes de grandeza” en las secuencias de doma de caballos, “Río Bravo” en lo referente al sheriff, su ayudante y la cárcel del pueblo, “Grupo salvaje”, en la banda del malo, “Infierno de cobardes” y “El jinete pálido” en la subtrama religiosa, “Raices profundas” en cuanto a la relación del niño mestizo y el pistolero solitario…. Descubrimos también aspectos de la Historia poco tratados, como las primeras bandas de “cuáqueros” que se dedicaban a exterminar a los pioneros de otras religiones o los “soldados búfalo”, hombres de color que combatieron en la Guerra de Secesión y que formaron comunidades al margen de los blancos.
Todo ello con una cuidada ambientación y unas espectaculares escenas de acción y con una duración bastante peculiar: siete capítulos de entre una hora y hora y media cada uno.
Puede que nos estemos poniendo un poco pesaditos con la importancia que les concedemos a las grandes series de televisión, pero es que no dejan de sorprendernos y, sobre todo, de entretenernos, que es lo que importa a larga en un formato doméstico de calidad.