“Crimson Peak” no tuvo mucho éxito- aunque me encantó- y se subestimó bastante la aportación a las sagas fantacientíficas de la adrenalínica “Pacific Rings”. Muchos conocen a Guillermo del Toro por “El laberinto del fauno”, cine histórico con excesivos ingredientes sobrenaturales, pero ninguno esperábamos que se pasara a la primera división de los narradores clásicos, sin renunciar a algunas de sus claves de autor.
En “La forma del agua”, no hay biomecanicismo, exoesqueletos, ni tampoco sale Santiago Segura, que casi siempre hace algún cameo en las películas del director mexicano. Del Toro en este proyecto se ha metido hasta el fondo en la fase de escritura y preproduccion. Hay un guión perfectamente diseñado, con silencios, ruidos, idiomas y sonidos guturales. Hay un tempo in crescendo, en el que se nos diseña la personalidad de la protagonista, una limpiadora muda, y del anfibio antropomorfo capturado, que no es otro que el monstruo de la laguna negra creado por Jack Arnold, pero mas parecido física y emocionalmente al colega de “Hell Boy” llamado “Abe”.
Lo mejor de todo es que una historia muchas veces contada, llámese King Kong, Cocoon, las metamorfosis de Zeus e incluso “ET”, se pueda filmar cambiando de tono y estilo. Del Toro aporta nuevas referencias al mito y crea una alegoría compuesta de secuencias, canciones, situaciones y personajes que nos hacen sentirnos frente a un clásico atemporal ambientado en los sesenta pero comprometido con nuestra época. De hecho, gran parte de las canciones y las situaciones felices definen los años cuarenta como un pasado utópico, a veces incluyendo números de los musicales de la Metro, frente a esos sesenta de la Guerra Fría donde transcurre la acción. El imaginario del mundo cotidiano es el cromatismo cotidiano de Norman Rockwell y popularizado en la serie “Mad Men”, los escenarios del laboratorio son unas austeras y expresionistas instalaciones y las secuencias más románticas en el agua son puro Spielberg, pero más sincero, más atrevido y menos empalagoso.
“La forma del agua” es un alegato a favor de la integración frente a la alienación y la intolerancia de los “normales”,pero sobre todo es un ejercicio de progresión dramática y de capacidad de atracción dirigido a un amplio grupo de generaciones y mentalidades actuales. Hay también un importante “guiño” cinéfilo que puede escapar a muchos espectadores que no hayan visto el título que cito a continuación y que se relaciona con la trama. ¿Porqué en el cine sobre el que viven los protagonistas se proyecta siempre “La historia de Ruth” (bonito peplum de mi adolescencia) …y al anfibio le gusta?. En esa descontextualización, y en una frase de la Biblia sacada del citado Libro de Ruth, que no se pronuncia en pantalla, es donde radica la dimensión mítica y mística de esta historia tantas veces contada y sin embargo nueva.