Lo bueno que tiene Enero es que se estrenan las mejores películas. Las que hacen Historia con mayúsculas Puede que aprovechen la saturación navideña de productos familiares, pero el caso es que suelen estrenarse dos o tres de esas diez o doce películas que no hay que perderse cada año. La que nos ocupa, “Vice”, va más allá de otros títulos de ese subgénero al que podríamos llamar “11-S, causas y consecuencias”. No es un docudrama, ni un biopic o un reportaje de ficción. Es todo eso y mucho más.
“Vice” cuenta la historia de un político tóxico, el vicepresidente Dick Cheney, de su mentor Donald Rumsfell (genial Will Farrel) y de su entorno : antecesores, opositores y una esposa que es la que realmente impulsa los vuelos megalómanos de un personaje un poco menos mediocre que su jefe, Bush Jr. El vínculo de unión de ellos es disfrutar del poder. No se trata de dinero, ni de prestigio, un mucho menos de vocación de servicio. Ostentar el poder es el fín último. Para ellos la política es un vicio como el juego o las drogas. Y los “camellos” y “croupiers” del juego son los sociólogos y sus demoscopias, los abogados y jueces y los medios de comunicación.
Visto así parece Shakespeare; el director también lo sabe y nos ofrece una secuencia en la que los soberbios Christian Bale y Amy Adams, recitan al inmortal bardo en el tono sarcástico y destructor imperante de una narración trufada de insertos visuales relacionados con la pesca de la trucha, los telediarios de la FOX (presentados por Naomi Wats) o los desayunos a base de pollo frito o bollería industrial, similares a las costillas que iba a buscar Kevin Spacey cuando era presidente en “House of cards” .
Con un ojo puesto en los emperadores y senadores de la antigua Roma romanos y el otro en los terratenientes de Wyoming y los petroleros de Texas, lo o que hace que “Vice” represente un antes y un después en la historia del cine político comercial es su habilidad para mezclar un humor ácido -el director, estuvo varios años en el equipo creativo de Saturday Nigth Live- con la recreación histórica y de proponer innovaciones audiovisuales en cuanto al punto de vista y el formato. Tratando de evitar “spoilers” diré que una de ellas es el personaje del narrador y las otras don son los títulos de crédito, unos a mediados de la proyección y otros al final, así que no salgan de la sala mientras aparecen los títulos con imágenes de anzuelos y la canción “América”, de West Side Story y verán cómo se puede jugar con el tiempo histórico y la diégesis narrativa; cómo una trama complicada y con diversos puntos de focalización puede hacerse asequible conectando la época de Nixon con la de Trump
Se dice que el cine es un arma, y así se ha demostrado en diversos momentos del siglo XX. Comparando estas impecables visiones comerciales, pero también radicales, de la Historia Contemporánea de USA , con los biopics hagiográficos en los que se empeña la industria audiovisual españolas (prescindibles y falsas miniseries sobre políticos y reyes e incluso series larguísimas y otras nostalgias viejunas ) es como poner un Kalashnikov al lado de una escopeta de balines.