Los premios Emmy cada vez tienen una mayor importancia habida cuenta del imparable auge de las series de televisión. Mientras que en los Oscars suelen triunfar películas más por valores coyunturales –oportunidad de su mensaje social, dramas basados en hechos reales, etc- que audiovisuales, en los Emmy hay una visión más global, premiándose el equilibrio entre calidad y entretenimiento.
No se preocupen, que no voy a hablar de “Juego de tronos”, cuya trama desistí de entender hace dos temporadas. Mis favoritas de los últimos meses y premiadas en los Emmy son la miniserie “Godless”, el western protagonizado por mujeres y que ya comenté en este blog en su momento y dos series de ambientación histórica aunque totalmente diferentes, pero que tienen algo en común: el protagonismo femenino.
“The crown” (“La corona”) recrea la vida y el entorno histórico de la actual reina Isabel de Inglaterra. En manos poco hábiles podría haber sido como una de esas revistas de cotilleos de la alta sociedad, pero el diseño de producción, con auténticos escenarios, una fotografía espectacular y unos actores y actrices perfectamente caracterizados, nos introducen en una parte fundamental de la historia del siglo XX. “The crown” no es una hagiografía ni tampoco la crónica de un personaje, sino que la figura de la protagonista principal hace un aparte en muchos capítulos para dar paso a personajes como Winston Churchill, el duque de Windsor, el consorte de la reina o la princesa Margarita. Desde la postguerra hasta el asesinato de Kennedy, pasando por el Londres de inicios del pop, “The Crown” es un preciosista retablo que cierra su segunda temporada en la década de los sesenta. Esperemos que haya más.
Pero la gran sorpresa ha sido descubrir “La maravillosa Srª Maisel”, también basada en personajes reales. Trata sobre un ama de casa neoyorquina, de buena familia, que se dedica al monólogo humorístico y crítico en el Greenwich Village del Nueva York de los sesenta, un barrio por entonces lleno de garitos “underground” impregnados por el estilo poético y la forma de vida de la generación beat. Tomando como eje un discurso feminista e igualitario, el tono oscila entre el humor judío (la familia protagonista lo es) y el drama social. Una mezcla entre Woody Allen y Mad Men, donde la iconografía del “pop” clásico está muy presente en cuanto a los colores, los escenarios y la fotografía en general. Por la historia desfilan personajes y sucesos reales como el cómico “destroyer” Lenny Bruce (interpretado por Dustin Hoffman en la película “Lenny, de Bob Fosse) , o la “lista negra” de Hollywood. Pero lo mejor es el tratamiento musical mediante en el que canciones “standards” de la época y anteriores componen secuencias e incluso planos secuencia que cobran la apariencia de un musical sin danza, coreografiando los movimientos y las transiciones. Un prodigio de versatilidad y originalidad al que contribuyen no poco los dos personajes femeninos principales premiados con sendos Emmy, al igual que lo consiguió el guión. El resto del reparto lo forman un elenco de cómicos clásicos a los que estamos acostumbrados a ver como excelentes secundarios en cine y televisión desde hace tiempo.
Para que todo no parezca tan maravilloso, también he de decir que recientemente he batido mi récord mínimo de permanencia visionando una serie :” “El continental”, de TVE. A los diez minutos de empezar, decidí que aquello no había por donde cogerlo. El récord anterior lo ostentaba “La catedral del mar”, con una permanencia en mi pantalla de treinta minutos.