Puede que convenga recordar que dos de los westerns que provocaron un punto de inflexión en el desarrollo del género son adaptaciones de “Yojimbo” y “Los siete samuráis”, ambas del japonés Akira Kurosawa. Me refiero respectivamente a “Por un puñado de dólares”, de Sergio Leone y “Los siete magníficos” de John Sturges. Adelantaré que la nueva propuesta de Anthony Fuqua tiene mucho de Leone, bastante de Sturges y algo de Peckinpah, por mucho que algunos críticos aludan a lo innecesario de este “magnífico” remake.
La versión de Sturges supuso la aparición de una cantera de actores (James Coburn, Steve Mc Queen, Charles Bronson…) que luego reaparecerían en “La gran evasión”. A esa versión sucedieron unas cuantas secuelas, casi todas rodadas en Almería, y diversos “péplums” hispanos como “Los siete espartanos”, “Los diez gladiadores”, etc; siempre con un número en el título que implicaba la destreza de una minoría especializada en disparar, lanzar cuchillos o dar puñetazos frente a ejércitos de malvados.
Hay un largo camino desde aquellos films japoneses en blanco y negro hasta la versión actual llena de referencias y homenajes. Muchos pensarán que se trata de obviedades, de que los “magníficos”, que aquí los hay de todos los colores -negros, pieles rojas y orientales incluídos- son estereotipos, pero eso lo sabe el director y por eso apela a nuestra nostalgia y a nuestra capacidad de apreciar cuán lejos hemos llegado en este periodo de renacimiento del “western”.
Sin nada que ver con Tarantino, ni con neowesterns como “The salvation” o “Deuda de honor”, “Los siete magníficos” es cine clásico, casi enciclopédico y, sobre todo, el mejor homenaje que se le puede hacer a Sergio Leone. La dirección artística, la caracterización del malo, los grandiosos exteriores y los duelos con grandes primeros planos y angulaciones, nos remiten al universo del creador del “spaghetti western”. La batalla final, sin embargo, con ametralladora Gatlick de por medio, está tomada claramente del “Grupo salvaje” de Sam Peckinpah y algún personaje, como el caballero sudista interpretado por Ethan Hawke, es un trasunto del que interpretaba Robert Vaughn en la de Sturges.
Y queda lo mejor: la banda sonora. Algunos ritmos de percusión, algunos acordes a lo largo de la película nos evocan el tema de Elmer Bernstein, (pinchar enlace para oir la versión dirigida por Inma Sarah) popularizado por la publicidad de Marlboro y, aunque hay magníficos “leitmotivs”, esperamos que la conocida melodía aparezca en algún momento. Justo cuando acaba la película, James Horner da paso a Bernstein y empieza a sonar en los créditos finales con todo su esplendor y, para mayor deleite de los aficionados, sobre unos títulos con balazos incluídos y fotos viradas al estilo de los “spaghetti western”. ¿Se puede pedir más?.