El universo “Star Wars” creado por George Lucas es una amalgama de referencias míticas e icónicas, que van de las sagas artúricas al “western” pasando por los cómics. La primera crítica de cine que escribí en este periódico fue cuando se estrenó “La guerra de las galaxias” en el cine Conquistadores, el del “lejío de los chinatos”, no el actual. El estreno de la precuela sobre Han Solo me hace pensar en el precursor más obvio del personaje que interpretó Harrison Ford. Me refiero al cómic clásico de Flash Gordon creado por Alex Raymond en 1934 y que también combatía contra un imperio maléfico interestelar, el del cruel emperador Ming, una especie de Fu Manchú galáctico. Ming quería casarse con Dale Arden, la novia de Flash, mientras que Aura, su hija, estaba colada por el astronauta americano. Los planetas poblados por criaturas fantásticas como los hombres león o los hombres halcón y su fortaleza volante están también en la base de Star Wars. Conforme deja la serie Raymond y la retoma Dan Barry, los guiones van haciéndose más realistas y las tramas menos legendarias, aunque no exentas de sentido del humor, pero pierden la fuerza del cromatismo y del potente trazo dibujístico de Raymond, el Miguel Angel del cómic. Un personaje que leyeron nuestros padres en los años cuarenta , en la publicación española “El aventurero” donde también aparecía la obra de otros maestros como Harold Foster o Milton Canniff. Los de mi generación lo conocimos en varias ediciones, pero la más recordada es la de la colección “Héroes Modernos”.
La penosa adaptación cinematográfica producida por Dino de Laurentis en 1980 casi acabó con el mito de Flash, debido a unos malos efectos especiales, una estética de cómic europeo a lo Barbarella que nada tenía que ver con el clásico y un intérprete inexpresivo. Si pueden, vean la película “Ted”, con Mark Woldberg y un malhablado osito de peluche, en la que el que actor que hacía de Flash tiene un divertido papel interpretándose a sí mismo. Lo único que ha quedado para el recuerdo es la música de Queen, absolutamente inapropiada, pero de Queen al fín y al cabo. El propio George Lucas quería haber filmado este cómic pero como los derechos los tenía De Laurentis, decidió hacer “Star Wars”. El resto es historia.
Una historia que ha ido de mal en peor, especialmente en las últimas entregas de la saga, aunque me gusta el tono bélico de “Rogue One”.
En “Han Solo” hay cosas interesantes: algunas secuencias de acción, como la del asalto al tren, que nos llevan al terreno del western o el los orígenes de la amistad entre el “wookie” y Solo. Resulta divertido algún disparate como el de la robot feminista y su relación amorosa con Lando Calrisian. Pero hay otros personajes fuera de lugar, como el de la novia del protagonista o la escasa entidad del “malo”. Creo que lo más me gusta de todo es que no se hagan esas referencias místicas a “La Fuerza” y las reflexiones éticas que lastraban las últimas entregas. Cuando la película es más “western”: partidas de cartas, duelos en el desierto, etc, es cuando luce más, y digo luce por decir algo porque uno de los mayores defectos es la fotografía y la iluminación, oscura y opaca sin necesidad, como si el proyector de la sala estuviera flojo de lámpara, pero que no es así, ya que los trailers y anuncios se veían perfectamente.
El otro factor negativo es la banda sonora de John Powell, de una pretenciosidad total, pero con nula eficacia narrativa. Música “sinfónico follonera”, de vociferantes coros y “a tutta orchestra” que subraya innecesariamente la acción y olvida los esquemas wagnerianos del maestro John Williams
En resumen, una de esas películas de las que sale uno diciendo: “me esperaba algo peor”.