Amanece en el campamento con un sol radiante y acogedor. No ha hecho mucho frío durante la noche y los sacos de dormir que nos han dejado han funcionado. Los chicos tienen buena cara, han dormido bien y se les ve con ganas de descubrir que nos ofrece Groenlandia. Estaban cansados del ajetreo del día anterior y el descanso largo ha venido de maravilla.
Desayunamos fuertemente y a eso de las 11:30 llegan las lanchas. Formamos dos grupos. Como el día es bueno, el equipamiento necesario para ir de marcha al glaciar es ligero.
El lujo de la marcha es contar con Ramón Larramendi como guía. La ruta no ha sido elegida por casualidad, muchas expediciones al ártico empiezan desde este punto emblemático al cual nos encaminamos.
Con las lanchas atravesamos los frentes glaciares pasando entre bloques enormes de icebergs, atracamos en un pequeño roquedo que hace de muelle natural.
Una vez que todos estamos reunidos y equipados, repartimos la comida y Ramón nos da las primaras instrucciones de cómo caminar por el glaciar.
Esta vez no hace falta caminar con krampones porque vamos a andar por hielo viejo. Esa lengua de hielo que se ha quedado aislada a un lado del frente glaciar. Es un hielo seguro para andar porque el suelo tiene mucho sedimento y su superficie en vez de ser lisa esta compuesto por puntas de hielo; las propias botas se clavan perfectamente sin resbalarte.
La marcha es espectacular. Increíble andar por medio del glaciar. Es grandioso, nos parecemos a hormiguitas andando por un inmenso manto blanco. Nadie puede ser capaz de describir lo que es un glaciar, hay que sentirlo: Su piel rugosa, su aliento frío, su fuerza brutal…
Ramón cuenta que cuando empezó la expedición, que le llevó a estar viajando tres años seguidos (y sin ayuda exterior) en el ártico, llevaba una carga a pie de 150kg. Arrastraba con el un kayac que utilizaría en los sitios donde no habría otra opción que navegar.
Nosotros no llevábamos afortunadamente tanto peso, pero hay que reconocer que la caminata era dura. Nos es fácil andar por un glaciar, las grietas invisibles, los agujeros irreconocibles y la su superficie abrupta hacen que todas las precauciones que tomes sean pocas. Y encima el hielo se mueve constantemente, con lo que no se pueden marcar rutas fijas. Lo que hoy te vale, dentro de un tiempo desaparece con seguridad.
Pero con Ramón es tan fácil que sólo nos dedicamos a disfrutar de la caminata.
Recorremos el lateral de la morrena y aparecen los “penitentes”, que?????? Penitentes???? Estas de cachondeo????? “Hombre no!, son formaciones que crea el glaciar y que se asemejan a la forma que tienen las montañas. Están perfectamente perfiladas y tienen una altura de medio metro, se crean hasta cordilleras. Se han formado porque ahí donde están los penitentes existían anteriormente un lago. El lago acumuló sedimentos durante mucho tiempo. Una vez que el agua del lago desaparece, ahí donde quedan sedimentos el hielo no desaparece y crea estas maravillosas formaciones.
Si te pones cerca de ellas y sacas fotos tienes la sensación de que eres un gigante entre montañas, genial!!!!
Cruzamos bajando la ladera de la morrena lateral izquierda del glaciar, está compuesta de miles y miles de rocas entre pequeñas y de varias toneladas de peso. Hay barro, tierra, ríos de agua. Es muy peligroso andar por esta zona que aparentemente es todo tierra pero, sólo a unos centímetros de profundidad está el hielo del glaciar. Así que una piedra de varias toneladas puede desplazarse hacia abajo sin ningún esfuerzo sólo con el empuje de un dedo. Hay que caminar con mucho cuidado, hay muchos resbalones.
Subimos de nuevo a otro frente glaciar y lo cruzamos para acercarnos a la montaña que queremos subir, parece muy alta y está formada por grandes bloques de piedra. Esta montaña rocosa está justamente en medio de los frentes glaciares.
Cuando llegamos al borde del glaciar, donde empieza la subida, el guía nos conduce a una cueva glaciar, donde se puede ver el hielo azul y el grosor de capa de hielo. Es asombroso meterte en las entrañas del glaciar, es como entrar en la casa de un extraño personaje, es sobrecogedor.
Salimos rápidamente y empezamos la subida a la pequeña cumbre. No es difícil subir y todos llegamos al alto sin mayores problemas. La recompensa llega nada mas poner pie en la cumbre. La vista es increíble. Estamos rodeados por todas partes de hielo, somos como una pequeña isla en medio de un océano de hielo. 3.000 km hacia tenemos el Polo Norte. No es increíble!!!
El día se mantiene radiante y nos frotamos las manos pensando en la gran oportunidad que tenemos de ver auroras esta noche. No hay otro comentario, sería el remate a un gran día.
Después de sacar las fotos de rigor nos ponemos en marcha de vuelta al campamento, llevamos 5 horas andando e increíblemente los chicos, aunque cansados, siguen a tope con la marcha. Esta claro que la marcha les motiva y que les da fuerzas extra. En ningún momento se quejan o protestan por algo. La verdad es que son un grupo fantástico de chavales, puedes hablar con ellos, preguntan y tienen curiosidad por todo, disfrutan con la aventura. Suena lógico pero en la sociedad actual, todos tenemos muchas experiencias contrarias.
Bajando vemos que las primeras nubes aparecen por el oeste. Parecen peligrosas y se mueven muy rápido hacia nosotros. Mientras el Norte esté despejado veremos sin problema las auroras, pero la cosa pinta mal.
La bajada es rápida y el grupo se divide. Para cuando llegamos a las lanchas un primer grupo de cabeza se adelanta con la lancha para que así, mientras nos lleva y vuelve, le da tiempo al resto de los “expedicionarios” llegar al punto de salida. La gran marcha ha durado 10 horas de caminata. Se sigue nublando más y más…….
Lo más increíble es que, como se sabe y lo sufrimos directamente, seguimos sin ropa. Quizás después de una larga marcha sea lo que mas incordia y molesta. Tendremos que seguir con la misma ropa. Esto tiene pinta de convertirse en una gran prueba de resistencia a la higiene.
Malas noticias, es cielo se ha cubierto totalmente y hay pocas esperanzas de aclare lo suficiente como para ver auroras. Bueno, al menos nos queda la esperanza de que aun tenemos por delante muchos días, y en alguno de ellos seguro que se verán.