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Peor fue lo de Pamela Anderson

Sin duda. No solo por el tiempo. Ni por lo explícito. Una hora de chupa chups y otras intimidades  con su Tommy Lee del alma hizo del video robado  a Pamela Anderson uno de los mayores escándalos virtuales y atentados contra la intimidad  perpetrado a través de internet. La celebridad del músico y de la, esto….   cómo se dice…. actriz!… eso,  alimentó el morbo y la difusión mundial de las más que tórridas, lúbricas imágenes. Algo parecido  pasó a Paris Hilton con otro videosex  retozón con  un novio, también robado y que acabó, asimismo, gratis en la web, con el que nos dejó claro que en el lecho es no una gatita mansa.

Esta misma semana  800 jóvenes de la universidad del País Vasco han visto cómo sus fotos y videos más íntimos   han saltado a las redes sociales, de Twitter a Whatsapp, para quedar expuestos a la vergüenza pública real más que virtual.  Los chavales han denunciado  el caso a la Policía pero el pirata que preparó la movida aún no ha sido localizado. Y, si es hábil, puede ser que su rastro se escabulla mientras se discute si la wifi pública de la institución universitaria  pudo propiciar  el hackeo.

 

Para  remate a Pipi Estrada va y le roban  el móvil (es lo que ha dicho) y los teléfonos de lo más granado del famoseo y fútbol patrio quedan a disposición de  cientos de miles de personas. Aunque  hay quien se malicie que  la filtración masiva obedece a algún tipo de represalia personal. La Policía investiga y aún no ha localizado al responsable de que Pipi lograra ser trending topic en Twitter más allá de de lo que nunca imaginó.

En una localidad  de una apartada región europea,  de las no más desarrolladas de España precisamente,  llamada Extremadura, la Guardia Civil  ha detenido estos días a cuatro jóvenes  por supuesta usurpación de personalidad,  acusados de hacerse pasar por otras personas en redes sociales para «insultar e injuriar» a sus contactos. Según los casos, habrían usurpado perfiles de una red social juvenil (Tuenti, para más señas), creado  otros falsos o  accedido a un correo electrónico ajeno que dos de ellos manejaron como propio para despacharse agusto contra el mundo. Todo apunta a que por venganza. Al parecer, amorosa. Frutos del desengaño.

Da igual que seas famoso y  vivas en Beberly Hills o que residas en una perdida población rural de Extremadura. Internet nos hace vulnerables a todos por igual. El uso indebido de las redes sociales va camino de convertirse en un nuevo top ante los juzgados, (ahora con las tasas es para pensárselo un poco, creo) con independencia de que el sistema tenga agujeros por los que colarse. O sea tan perverso que pone a disposición de los miles de millones de usuarios las propias herramientas (programas) para piratear contraseñas,  acceder a la información contenida en cualquier dispositivo electrónico, teléfono, tablet  u ordenador, rastrear contenidos,  hurtar archivos o escrutar la actividad llevada a cabo.

El problema no está en hacer lo que siempre se ha hecho en privado. Lo que cada cual guste. Ni en dejar de hacerlo. Es justamente que, en adelante, habrá que tener en mente la posibilidad de que  el ojo de cualquier pequeño hermano  puede vigilar y espiar desde el otro lado de la tecnología. Algo especialmente  preocupante y grave en el caso de  los menores. La víctimas más fáciles.

Basta darse una vuelta por la web para encontrar programas tipo sniffer, que facilitan el listado de todas las contraseñas y acciones que se realizan a través de una wifi pública. No se si será leyenda virtual o verdadera, pero se narra que  en Estados Unidos se llegan a crear wifis fantasmas,  desde una furgoneta que recorre campus y reproduce el nombre de la red de la universidad para piratear  datos de los alumnos.  O en el caso de móviles  y tablets, para  hacerse con  la agenda, los contactos y todo lo que se guarde en ellos.

Justo para poner los pelos de punta a cualquiera.  Y para ser mucho más cauto. Visto lo que hay, todas las medidas de seguridad  parecen pocas. Aunque tampoco es  cuestión de alarmar. Basta con  tomar ciertas  precauciones  en aras de la seguridad para que, de entrada, no nos sintamos tan vulnerables. Aunque siempre habrá algo contra lo que sea imposible luchar. El factor humano. Ese que sigue moviendo los hilos de las mentes y  maneja y da  intencionalidad de la tecnología. En él está el origen de las venganzas. Y del resto de las desgracias y atrocidades del hombre.

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