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Discriminados por huevos

Seguimos discriminados. Como género. Cuestión testicular. Pese al avance de las cuotas femeninas. Lo vi claro el otro día. Me iluminó el más preciado de los electromésticos para un hombre. Después del frigorífico, claro. La Tv.  La Biblia, a punto de caducar, de esta civilización. Fue de madrugada cuando vi la luz. De la duda pasé a la certitud. Todo un flash viendo el anuncio del fantástico Air Bra. Y sin haber  fumado un porro, ni nada. Que no sé como nadie ha reclamado hasta la fecha la paridad lencera publicitaria. El mismo trato de la lignerie femenina para la de caballeros.

De la de ellas, por ejemplo, sabemos todos los secretos de un sujetador, amén de las propiedades características y adaptación de otras prendas desechables aún más íntimas. Pero de la ropa interior de caballero, muy poco. Las fotos de celebrities deportivas o mediáticas de los anuncios de los Armani y Calvin Kein, los briefs que traen relleno para  poner el glúteo de mulato y poco más. Casi un manto de silencio, frente a los detalles de  si la copa se adapta como una confortable segunda piel que sujeta, que permite libertad de movimientos y realza la figura. Sin aros, tirantes que se clavan, broches engorrosos para ellos, ni mollas que sobresalgan por arriba o por abajo, por delante o por detrás.

No se trata de pedir ahora encajes para los slips, briefs y bóxers masculinos, como  si fueran de Victoria Secret,  aunque rarezas hay para todos los gustos. No me extrañaría tampoco que a Comme des Garçons se le ocurriera lanzarlos para que Marc Jacobs epate con ellos en alguna cosmopolita fiesta planetaria. Pero puestos a ver el tema (y negocio) sin complejos,  por qué no defender que l@s creativ@s  de las agencias publicitarias tienen un filón no explotado y el sector también.

Sobre todo,  ahora que cada vez más varones compran ellos su ropa interior. Todo un signo de liberación masculina frente a la dependencia de la mujer,  aunque me temo que aún sean mayoría las madres y esposas que hagan este cargo. Quizás esta sea una de las razones por las que los fabricantes no se preocupan de promocionar más publicitariamente unas prendas que  las  compradoras no van a utilizar. Salvo Lady Gaga y fetichismos, claro está.

Como mucho, ellas estarán  interesadas en quitarlas, más que en ponerlas. Y no sabrán si aprietan de aquí, entallan parte alguna de allá, si se adaptan a todas las anatomías, volúmenes, si realzan las formas y el contenido, si elevan o decaen, si hacen culo faja o natural. Como mucho,  sabrán  si  a los destinatarios les gusta más ir recogidos o sueltos. Y para de contar.

Como máximo lujo, si quieres gastarte una pasta, te enfudas unos Frigo y como máxima modernidad underwear ahora te calzas unos LMFAO, sexy lepoard speedo para saltar y resaltar el paquete en las pistas de baile de las disco más desmadradas, al ritmo del Party rock enloquecido, con Reedfoo. Quedarse en slip para danzar como un poseso endemoniado es tendencia entre la peña más joven, desinhibida y pasada. A lo mejor, es que los tiempos están cambiando. No veo que a mejor.

Y ya no basta con lucir unos Kalvin, unos D&G y hasta unos Doce&Gabana auténticos, en el modelo que más te seduzca para completar el atuendo con un toque de distinguida modernidad. Pero al lado de los anuncios de sujetadores, salvaslips y otras prendas de higiene íntima, cuyas características nos sabemos al dedillo por la tele, la ropa interior masculina sigue estando a años luz de recibir el mismo trato en la publicidad. El slip tiene mucho por explorar.  Como negocio, quiero decir.

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