La vida es lo que tiene. Nunca falta un roto para un descosido. Para demostrarlo ahí están Alaska y Mario Vaquerizo. Y hay quien nace de pie para no dar golpe, como Borja Thyssen; en alta cuna para montar a caballo y a la que se descuide, como Cayetano Irujo; o en baja cama, caso de Belén Esteban, pero que le buscan las vueltas al arte de vivir hasta escalar la pirámide de la fama mediática y llegar a codearse con lo más escabroso del colorín social.
O lo más fino, caso de la Lomana, esa sosa y rica sexagenaria, musa de programas de TV, a la que sospecho le gustaría heredar, en los más selectos salones y saraos de Madrid, el trono y el tronío del que hizo gala durante décadas mi admirada Cuqui Fierro, con su socarronería, inteligencia y sobre todo, envidable entereza vital.
La Esteban recupera el protagonismo fugaz que todo tiene en la web para resurgir, como Afrodita, del estanque de las televisivas aguas del geniecillo traviesón Jorge Javier, y reencarnarse en binguera virtual. Bueno, para poner rostro a un portal on line de bingo. Una profesión que la viene al pelo, conocida y reconocida su afición por este juego.
Siempre defendí, en contra de más de dos, que esta chica que lleva muy a gala ser de barrio, llegaría a mucho más que a desarrollar perfectamente sus capacidades como deslenguada cajera del Dia%, oficio, por otra parte, tan digno como cualquier otro que sea honrado. Y puede que mejor valorado socialmente hoy en día que ser banquero . No digamos ya alto directivo de cualquier caja de ahorros en estado de duda contable.
Esta rubia lacia, cenicienta del pueblo, erigida socialmente en la Palas Atenea de una troupe cotilla y mediática que la venera, deja patente una vez más su valía para buscarse la vida. Para que digan. Pluriempeada en un país con el 25% de desempleo. Más lista que un Miura y más viva que un Albaserrada (bien lo supo Jesulín), la mamá de Andreíta da con una nueva fuente de ingresos. Un empleo a su medida.
Y no crean que se trata de quedar encadenada, cada noche, a la esclavitud de cantar número tras número, prestando la amarrasquinada voz al bingo on line. No, se trata de poner lo que más tiene. La cara. Perdón, quiero decir, de prestar su imagen que es como se dice finamente ahora, a nada que seas famosillo televisivo de medio pelo. La Esteban lo hace, como todos, a cambio de un buen dinero. Ignoro si irá a gastarlo a ese bingo virtual que publicita, lo cual sería un detalle por su parte, a otro ajeno y presencial del barrio, o dedicará lo ingresado a ampliar su pequeño gran capital.
A la Esteban la fichan los empresarios del juego para que su imagen, como el canto de las sirenas a los marineros, avente al género femenino hasta el portal de la web, les ablande la voluntad y la visa y despierte al jugador que, supuestamente, todos llevamos dentro.
Habrá mujeres, e incluso hombres, a los que les ‘ponga’ el tenue cubismo de la reestructurada cara de la Esteban, su aterciopelada voz o la presencia de sus modales. Se confirma de que nunca falta un roto para un descosido. Ni un estudio de mercado que justifique vender arena en el desierto.
Pero.. .¿ hay otro icono mediático femenino más popular, de pueblo llano y soberano, que pueda promocionar mejor que la Esteban un bingo? Tetas operadas de cualquier sex symbol patrio aparte, (que siempre valena para vender cualquier cosa); fallecida la emperatriz binguera, Lola Flores; y desechada por sosería la Lomana, (además, quién la entendería cantando números a toda prisa) doña Belén Esteban no es una mala apuesta para promocionar ese negocio.
Puede que el amor no la haya tratado como debiera en la vida, pero no hay duda de que tiene chance. Justo de lo que se trata en los juegos de azar. Aunque, puestos a elegir, éste que suscribe dudaría entre poner de imagen binguera a Dolores Amorós ( superjefa que fue de la extinta CAM) o a Isabel Pantoja. Seguro que al arte de ambas para atraer el dinero supuestamente ajeno, podrían ofrecer además servicio de asesoría sobre qué hacer con los bingos virtuales que pudiera cantar. O callar ante Hacienda. Y hasta la Justicia, si llega el caso.