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Antonio Tinoco Ardila

Apenas Tinta

Periodismo

No me hagan caso a mí porque les diga que el periodismo –ese oficio tan denostado cuya muerte vaticinan tantos y tantos se frotan las manos dándola por hecha— es muchas veces tan necesario como el pan de cada día para conocer el mundo. Que sin periodismo viviríamos ciegos y andaríamos por la vida perdidos y sin brújula. Que sin periodismo nos moveríamos como espectros por un inmenso desierto de voces mudas, aturdidos ante el estruendo de un silencio desatado.

Repito: no me hagan caso a mí. Al fin y al cabo, no soy nadie y no tienen por qué creer lo que les digo, y estarían en su derecho de replicarme diciendo: “son palabras”. No me hagan caso pero, al menos, lean lo que cuenta Liudmila Ignatenko, la esposa del bombero Vasili Ignatenko, que acudió a sofocar el incendio de la central nuclear de Chernóbil cuando sólo parecía un incendio y murió catorce días después víctima de las radiaciones sufridas. La historia que cuenta Liudmila desde que aquella madrugada del 26 de abril de 1986 Vasili le dijera en la penumbra del dormitorio y después de que saltara la primera alarma: “Cierra las ventanillas y acuéstate. Hay un incendio en la central. Vuelvo pronto”, hasta que lo enterró el 10 de mayo en Moscú en un ataúd de zinc soldado bajo una plancha de hormigón, forma parte del libro ‘Voces de Chernóbil’, un conjunto de testimonios de personas afectadas por aquella catástrofe recogidos por Svetlana Alexievich, la periodista bielorrusa a la que, entre otros por ese libro, le acaban de dar el Premio Nobel de Literatura. El testimonio de Liudmila Ignatenko, que es fácil de encontrar en un descargable en el diario El País, es una arrebatadora historia de amor, una colosal denuncia sobre la ignorancia, el caos, la irresponsabilidad criminal de las autoridades soviéticas ante la explosión de la central, y también una muestra de la solidaridad natural que siempre corre libremente entre la gente común. Todo eso está en 18 páginas conmovedoras escritas por Svetlana Alexievich.

Y esto es lo que quería decirles: esas páginas las escribió su autora por periodista. Si las leen, estarán en lo cierto si piensan que lo que han leído es periodismo.

Porque, ¿quién es Liudmila Ignatenko? “Una solitaria voz humana”, dice la flamante Nobel. Apenas una mujer embarazada de seis meses y enamorada de su marido, como millones de mujeres. ¿Y quién Vasili Ignatenko? Sólo un bombero más que como tantos otros murió como consecuencia de su trabajo, a veces definitivamente peligroso. Dos seres humanos abocados al silencio, dos voces extraviadas en el ruido del mundo, dos personas de entre los millones que padecen la Historia. Sin embargo, si aún hoy la solitaria voz de Liudmila nos deja el  ánimo sobrecogido; si más de 20 años después de que fuera puesta por escrito conserva intacta la fuerza de la verdad, es porque una periodista se atuvo a los dictados de ese viejo y denostado oficio ante el que tantos se frotan las manos al darlo por muerto. El periodismo.

Es lo que quería decirles.

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Blog personal del periodista Antonio Tinoco.


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