El pasado domingo, el escritor Manuel Rivas se maliciaba en El País Semanal de que Rajoy hubiera arrasado con la cultura, poniendo al frente de sus huestes al inefable ministro José Ignacio Wert, y pedía a los políticos –si bien con una más que evidente endeble esperanza–, que la cultura y lo que quisieran para ella en nuestro país formara parte de sus asuntos en la inminente campaña electoral. Rivas recordaba el memorable discurso que uno de los más reputados escritores estadounidenses, David Foster Wallace, pronunció en el 2005 durante el acto de graduación de los estudiantes de Artes Liberales del Kenyon College de Ohio. Ese discurso, de apenas 22 minutos, se titula ‘Esto es agua’ y desde el mismo día en que lo pronunció se convirtió en un clásico porque está escrito con el desafiante estilo provocador con que se expresa la verdad y sobre todo porque está elaborado con una delicada sencillez, un rasgo excepcional en un autor que se caracteriza por emplear una prosa tan intrincada que exige al lector una atención atosigante si no quiere perder el sentido de la lectura.
Foster Wallace inicia su discurso con esta pequeña historia: “Había una vez dos peces jóvenes que iban nadando y se encontraron por casualidad con un pez mayor que nadaba en dirección contraria. El pez mayor los saludó con la cabeza y les dijo: ‘Buenos días, chicos, ¿cómo está el agua?’. Los dos peces jóvenes siguieron nadando un trecho, por fin uno de ellos miró al otro y preguntó: ‘¿qué demonios es el agua?’”. Manuel Rivas trae a colación la fábula del pez mayor y de los peces jóvenes para reivindicar la cultura como el elemento que da sentido, aunque sea tantas veces invisible, a nuestra existencia. Es decir, el agua para los peces.
Foster Wallace no se refiere específicamente a la cultura en su discurso ante los estudiantes de Ohio, sino a la libertad, que es el elemento fundamental y tan necesario para los seres humanos como el agua para los peces. La libertad que es más fácil de alcanzar, dice, si uno tiene maestros que te enseñen a pensar.
Casualmente, leí el artículo de Manuel Rivas en el que recordaba a Foster Wallace tres días después de que el profesor Víctor Bermúdez fuera entrevistado en el programa ‘Ahora Extremadura’, de Canal Extremadura TV, con ocasión del Día Internacional de la Filosofía, que se celebra cada tercer jueves de noviembre. Bermúdez se quejaba con amargura de que la actual ley de educación –la Lomce de, otra vez, José Ignacio Wert– ha mutilado la enseñanza de la Filosofía en ESO y Bachillerato. Y dijo una frase que recordaría tres días después, cuando leí a Rivas y a Foster Wallace: “¿Cómo vamos a tener ciudadanos libres si el sistema educativo suprime la Filosofía, que les enseña a pensar?”
Quiero creer que el hecho de que entre el jueves y el domingo me haya topado dos veces con la idea de que la libertad es un don que se conquista a través de los buenos maestros, no sea una simple coincidencia, sino, más poéticamente, la prueba del tesón del agua cuando se empeña en abrirse paso.