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Antonio Tinoco Ardila

Apenas Tinta

Traición

No quiero callar por más tiempo: trabajo de testaferro. Quizá se rían, pero es un trabajo muy serio. Y precisa de personas honradas. Yo soy honrado. Tal vez me tilden de inmodesto, pero háganse cargo: la gente que tiene mucho dinero, como son todos los que necesitan de mis servicios, sólo confía en su testaferro si las referencias que tienen de él son de que se trata de alguien intachable.

Qué verdad es ese refrán que dice que cuando un día amanece no lleva el destino escrito. Yo era apenas un auxiliar administrativo en un gran bufete de abogados. Hacia fotocopias, atendía las llamadas, ordenaba el archivo. Un día mi jefe me llamó a su despacho y me dijo que un señor –a la vista de lo ocurrido podría decir su nombre, pero lo salva que todavía hay clases– necesitaba que me hiciera pasar por el dueño de su sociedad. Antes de pedirme que le hiciera ese favor, ponderó como nunca lo había hecho mi carácter “concienzudo, callado, exigente, cumplidor”. Eso fue lo que dijo mi jefe de mí. No puedo negar que su petición hizo que me diera un vuelco el corazón y hoy, tantos años después, todavía se me acelera el pulso al recordar que en ese momento empezó una nueva vida para mí, porque nunca, como hasta ese preciso día en que me estrené de testaferro, se me había presentado la oportunidad de demostrar cómo soy.

Podría decir: “firmé escrituras y ya está”, pero no es verdad. Otros –no soy tonto: sé que no soy el único testaferro en el mundo; ni siquiera en mi ciudad– tal vez lo sientan así, pero lo que yo firmé no fueron simples escrituras: fue mi resuelto compromiso de ofrecer, a quien se ocultaba bajo mi nombre, seguridad y confianza.

Han pasado los años y hoy mi mayor orgullo es poder decir que centenares de personas con grandes patrimonios sacados de países de los cinco continentes decidieron disfrazar su identidad con la mía sin que haya habido un solo episodio de incumplimiento por mi parte y de inquietud para ellas. Por hacer bien mi trabajo me he cuidado de no cometer ni una venial infracción de tráfico. Por descontado, pago mis impuestos a rajatabla. No me perdonaría que por un descuido mío con Hacienda se rompiera el secreto al que me he comprometido y un inspector pudiera, a través de mí, acceder a quienes oculto.

Estoy seguro de que entenderán que ese currículum avala mi derecho a poder decir en voz alta: soy un testaferro de garantía.

Pero lo que está ocurriendo con los llamados ‘papeles de Panamá’ no me ha dejado más opción que confesarlo. Porque leo nombres en los periódicos, veo pasar por los telediarios a este jefe de gobierno, a este ministro,  a este actor, a este director de cine… Los veo negándolo todo, haciéndose los tontos, quitándose las sociedades de encima… Y echándomelas a mí, cuando he hecho todo por defender lo que es suyo y nunca se me ocurriría adueñarme de algo que no es mío.

Lo que sí es mío, y por eso lo exijo, es el respeto que me he ganado después de haber servido tantos años con probidad a la industria de la ocultación. Inútilmente, ya se ve, porque soy yo el que aparezco por todas partes. Y me siento traicionado. Por eso lo cuento: trabajo de testaferro…

 

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Blog personal del periodista Antonio Tinoco.


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