Siempre he prestado atención a lo que dice Alfonso Guerra. Porque junto a sus indudables hechuras de político tiene una notable capacidad reflexiva. No es frecuente que personajes con influencia política en nuestro país sepan expresar su pensamiento con la precisión con que él lo hace. La última vez que lo ha demostrado ha sido cuando se ha pronunciado sobre la situación del momento al explicar con gran economía verbal el laberinto en que está Pedro Sánchez, enfrentado a dos callejones sin salida: el de unas nuevas elecciones que, salvo milagro, debilitarían aún más al PSOE, y el de la imposibilidad de armar una alternativa políticamente viable a Rajoy. Al tiempo, su biografía le añade atractivo: un librero metido a político, alguien que ha leído mucho y con aprovechamiento (‘como beben los pájaros’, primero inclinado sobre el libro y después con la vista levantada, reflexionando sobre lo leído, tal como decía Tierno Galván que se debía leer), además de portar un cierto aire galdosiano que lo acompañaba por los pasillos del Congreso, y al que en la pasada legislatura ordinaria se le atribuía, por ser uno de los últimos representantes de la España de la Transición, la condición de depositario de las habilidades que la hicieron posible. Hay escultores que dicen que a ciertos bloques de mármol casi se les transparenta la obra escultórica que llevan dentro. Algo así podría decirse de Guerra, que pide a gritos encarnarse en el personaje literario que es.
Esta opinión que tengo sobre Alfonso Guerra no me permite ser complaciente con él. Porque emplea su agudeza cuando quiere y muchas veces –muchas– dice cosas indignas de su fuste intelectual. La última, el pasado jueves en Badajoz, cuando participó en el acto de presentación de un libro de Rodríguez Ibarra. Allí dijo que Podemos era una invención de la derecha para dividir a la izquierda (es decir, al PSOE, la única izquierda para él existente), y en cuya creación habría participado un canal de televisión. Como ‘boutade’ es perfecto. Para echarse unas risas, estupendo, y quizás ingenioso como parte de un ‘pique’ con el expresidente extremeño, que en el mismo acto, codo con codo con Guerra y a lo mejor ya embalado, declaró que la prueba de que habría nuevas elecciones en diciembre es que la Fiscalía está ya en campaña al pedir 6 años de cárcel para José Antonio Griñán y diez de inhabilitación para Manuel Chaves por los ERE de Andalucía.
Pero, apagadas las bromas, lo que dijo Guerra es que los españoles nos tragamos cualquier invento que nos pongan por la tele y que los votantes de Podemos son los tontos útiles de una operación urdida por los poderes que mueven los hilos para no bajarse del poder. Lo que dijo Guerra es que sólo mediante engaños se puede convencer a alguien de izquierdas para que deje de votar al PSOE, porque razones, lo que se dice razones para dejar de hacerlo, no debe haber ninguna.
A mí me preocupa lo que dijo Guerra porque es un insulto a los ciudadanos y porque muestra que ni siquiera un talento como el suyo parece entender qué pasa en su propia casa.