El pasado sábado, Fernando Savater defendía en su columna de El País la iniciativa del Ayuntamiento de Zaragoza de difundir un folleto en el que se establecía un paralelismo entre las drogas y los medicamentos. El filósofo se centraba en recordar que contra el folleto había habido reacciones desaforadas, sustentadas en la renuencia de los conservadores a admitir la evidencia química de que en muchas ocasiones la única diferencia entre droga y fármaco la marca la línea (unas veces más delgada que otras) de la dosis. Savater, que lleva años clamando por la despenalización y el control y venta pública de las drogas como solución a un problema que no cesa de llevarse por delante vidas humanas, principios morales y hasta sistemas democráticos, señalaba también que, aunque los políticos admiten en privado la utilidad de folletos como el difundido por el consistorio zaragozano, en público la combaten con denuedo porque “otra cosa no la entendería la gente”. Y concluía: “Es la renuncia a la Ilustración: decir a la gente lo que quiere oír, no lo que debe saber”.
Traigo aquí la columna de Savater porque creo que justamente eso, decir a la gente lo que quiere oír y no lo que debe saber, es lo que está haciendo el Ayuntamiento de Cáceres (y también Podemos y el PSOE de la ciudad, aunque el peso de su posición es menor porque no tienen capacidad decisoria) con respecto a la mina de litio. El pasado noviembre tuve ocasión de entrevistar a su alcaldesa y le pregunté por su parecer sobre ese proyecto, que entonces estaba menos definido que ahora. Me pareció de interés lo que decía sobre él y titulé la entrevista con estas palabras de Elena Nevado: “Cáceres querría la mina de litio si trae empleo de calidad e industrias vinculadas”. Me pregunto qué ha ocurrido menos de tres meses después para que el Ayuntamiento que dirige haya pasado de esa posición condicionada, de esperar a ver, a esta otra que exhibe desde hace semanas y que no es sólo de oposición a la mina, sino de poner el esfuerzo en una operación de impostación política cuyo objetivo es que se haga bien visible que nada ni nadie ganará al Ayuntamiento en ardor opositor a ese proyecto; incluso, si es preciso y para detener las prospecciones, incautar las máquinas a la empresa que quiere explotar la mina. ¿Es que se ha conocido en este tiempo algún plan de esa empresa que hable sobre la calidad de los empleos y las empresas vinculadas a la explotación que haya resultado insatisfactorio para la alcaldesa cacereña? Que yo sepa, nada de eso ha habido. Y es que Nevado y su consistorio están más preocupados por decir a la gente lo que quiere oír que exigir a la empresa y a la Administración competente que informen sobre lo que la gente debe saber para hacerse una opinión rigurosa sobre este proyecto.
Lo preocupante de este asunto no es que la mina se abra o no, sino que la mina es un síntoma del método que empleamos aquí para tomar decisiones. Lo preocupante es la irresponsable actitud de renunciar a la Ilustración, que consiste en algo tan racionalmente imprescindible para progresar como saber primero para decidir después.