Sigo con curiosidad las comparecencias que está habiendo en la comisión de investigación abierta en la Asamblea sobre la concesión del transporte sanitario. No soy tan ingenuo como para esperar alguna luz de ella, pero me interesa esta comisión porque me parece que en su seno se está dilucidando no lo que parece, sino un asunto de mayor enjundia, algo así como ‘qué Extremadura queremos’.
Lo digo porque el PP ha planteado la discusión sobre la concesión del transporte sanitario en torno a la idea de que la Junta dio el servicio a una empresa que no es extremeña, la andaluza Ambulancias Tenorio, en detrimento del Consorcio Extremeño del Transporte Sanitario, la concesionaria hasta ahora. Abundando en este enfoque, José Antonio Monago, el líder del PP en la región, afirmó en su comparecencia en esa comisión del pasado jueves que por esta circunstancia el Gobierno regional ha hecho “el ridículo”. Y es que desde el principio de este asunto el PP ha jugado la carta populista de que las instituciones regionales deben de confeccionar unos concursos en lo que se prime el origen extremeño de las empresas que concurren (“dentro de la legalidad”, se apresura a decir, como si no supiera que precisamente la legalidad está para impedir tratos de favor).
Esta posición del PP me parece preocupante, porque lo que viene a decir es algo así como ‘Extremadura para los extremeños’, una idea simple que quizás a algunos oídos suene bien, pero de resultados catastróficos para quien aspira a que sea la competencia, el talento, el trabajo, la imaginación, las propuestas más eficientes… pero no el origen lo que se tenga en cuenta en un concurso público, en una operación comercial o en cualquier otro asunto que se quiera hacer con rigor en el mundo de hoy. Porque ese ‘Extremadura para los extremeños’ con el que seguramente el PP espera obtener algunos votos (los obtuvo Trump con la misma idea) es una moneda que tiene una cara oculta que tal vez ya no sea tan eufónica: ‘Lo que no es Extremadura no es para los extremeños’. Es admitir que allí donde no es Extremadura, y eso para nuestra desgracia ocurre en el resto del mundo, las empresas extremeñas deban aceptar situarse en situación de desventaja frente a las autóctonas.
No sé qué pensarán de esta autarquía acartonada que defiende Monago los jóvenes informáticos de Renacens, empresa creada en el Parque Científico y Tecnológico de Extremadura en Badajoz y de la que supimos (casualmente al mismo tiempo que el líder del PP calificaba de ridículo un concurso porque no lo había ganado una empresa extremeña), que la aerolínea Emirates, de Emiratos Árabes Unidos, le ha comprado una aplicación para vender billetes de avión; o qué pensará Atanasio Naranjo, que vende fruta en cuatro continentes desde la entidad local menor de Zurbarán; o Manuel Vázquez, del Grupo Conesa, que exporta aceite y tomate a 41 países desde la pedanía de Villafranco del Guadiana… Qué pensarán los extremeños que venden sus productos fuera, porque nadie les castiga por su origen, de esa especie de soberanismo castúo que el PP quiere para nuestra región. Imagino que, al menos, se sentirán aliviados de que no se hayan topado con ningún Monago tan devoto de las aduanas como el nuestro.