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Antonio Tinoco Ardila

Apenas Tinta

La Manada, una oportunidad

No diré una palabra más alta que otra sobre un juez. Tampoco sobre el discrepante de la sentencia de La Manada, el que habría absuelto a los cinco acusados, aunque sí me permito decirle que huiría muerto de miedo si alguna vez me propusiera participar en cualquier cosa que calificara de jolgorio, porque a la vista del concepto que tiene de lo que es un jolgorio lo mismo me propone que nos metamos en un cuento de terror para pasárnoslo bien.

El resto es respeto. He leído esa sentencia y el fallo me duele porque no entiendo la disociación que hay en ella entre los hechos probados y los argumentos jurídicos en razón de esos hechos, pero que me duela no es impedimento para considerarla razonada, trabajada, conscientes los jueces firmantes de la transcendencia y del eco social que su resolución tendría. Me parece una sentencia rigurosa: si yo hubiera estado en su pellejo (¡menudo jolgorio ha debido de ser este caso para ellos! No les arriendo las ganancias) seguro que hubiera tenido la tentación de hacer una sentencia que recibiera el aplauso de la parte más ruidosa de ‘la calle’: violación y al trullo doce años, o veinte. Los jueces navarros no han caído en ella, han optado por el camino menos complaciente con quienes esperaban una sentencia ‘ejemplar’ (es decir, más dura que la de nueve años de prisión a los que han sido condenados) y han dictado la que han considerado más justa, atendiendo a lo que es la obligación de un juez: el respeto a la Ley y a principios como el de la presunción de inocencia, que obliga a que no se condene a nadie si la acusación no está indiscutiblemente acreditada. A veces, este principio resulta incómodo o difícil de entender, pero es preciso recordar que, de no estar en vigor, no habría justicia, sino venganza. Esto sería la selva. El principio de ‘en la duda, a favor del reo’ nos protege a todos. También a la muchacha víctima de La Manada, aunque sean sus agresores quienes lo aprovechen.

Durante años he hecho información de Tribunales. He asistido a muchos juicios y leído muchas sentencias. De esa experiencia profesional he sacado la conclusión de que los jueces se equivocan como todo el mundo, pero incluso cuando se equivocan, salvo excepciones, lo hacen a favor del Derecho. Confío en la Justicia y este caso no agrieta mi confianza: la Justicia no se imparte a la carta. Incluso veo el juicio a La Manada como una gran oportunidad: las reacciones ciudadanas habidas contra el fallo del tribunal -salvo las excepciones de quienes utilizan este caso como un pretexto más para emplearse en algo tan de moda como tratar de socavar el Estado de derecho o como el populismo irresponsable del ministro Catalá-, han sido una demostración de que, afortunadamente, la vida está en una parte distinta a la que refleja el Código Penal. La determinación de las mujeres nos está llevando a un país más civilizado, que en este caso se concreta en que ya no hay frontera entre el abuso y la agresión sexual. Cuando una mujer -o un hombre, si hubiera el caso- dice no, es no. Punto. Lo demás es violencia. Ese clamor ha sido tan fuerte que ya no hay vuelta atrás: el caso de La Manada nos va a hacer mejores. Lo que hace falta ahora es que se entere el Código Penal. Y que los jueces lo apliquen a los hechos probados.

 

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Sobre el autor

Blog personal del periodista Antonio Tinoco.


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