Hasta el domingo había sido una semana para olvidar, fundamentalmente porque la política regional colocó muy cerca del suelo el nivel del decoro con ese acuerdo de todos los grupos de la Asamblea para asegurar una especie de subsidio de desempleo a los diputados que, acabada la legislatura, no tengan ocupación laboral (nada que criticar si hubieran cotizado para ello como el resto de los mortales, pero el asunto está en que quieren obtener el derecho sin haber atendido a la obligación). Pero el domingo reverdeció en mí la confianza en la política después de leer en este periódico el reportaje de Álvaro Rubio sobre las decisiones que ha tomado el Ayuntamiento de la localidad cacereña de Pescueza (apenas 170 habitantes) para hacerles la vida lo más fácil posible a sus vecinos ancianos.

En el mismo ejemplar del domingo, el periodista Pablo Calvo hacía referencia en su artículo de opinión a la polémica de ese subsidio de desempleo para los exdiputados y señalaba que no es el mejor argumento para que los ciudadanos tengan confianza en quienes los representan ver cómo éstos aprovechan esa representación para legislar en el exclusivo beneficio de ellos mismos. Esto es lo que harán en el próximo pleno al aprobar la ayuda extraordinaria para quienes no resulten reelegidos y no tengan trabajo, de no mediar la reflexión, que sería tan oportuna como inesperada, de que un representante público debería tener moralmente prohibido alcanzar algo que sea inalcanzable para sus representados. Porque eso es, precisamente, no servir sino servirse de la política. Eso es la antipolítica y su último significado supone una enmienda a la totalidad contra sí mismos.

Política, es decir, servicio público en beneficio de los ciudadanos es, en cambio, lo que hace el Ayuntamiento de Pescueza al establecer un sistema de apoyo y estrecha atención a sus vecinos ancianos para que se sientan permanentemente protegidos por la comunidad. Uno lee lo que hacen en ese pueblo, donde un coche recoge a los ancianos a la puerta de sus casas para llevarlos al centro de día; donde han instalado pasamanos en las aceras para que caminen lo más seguros posible hasta los lugares que más frecuentan, como el centro de salud o la iglesia; donde han instalado cámaras en varias casas para que desde el centro de videovigilancia puedan, previa llamada de aviso, ver si sus moradores están en una situación que precisen ayuda… Uno lee que, merced a estas medidas, han logrado darle la vuelta a la definición de residencia de ancianos convirtiendo en residencia al propio pueblo para que los más mayores se queden donde siempre han vivido y no tengan que pasar sus últimos años exiliados de su patria cotidiana y lo primero que siento es envidia de los pescozanos por tener de alcalde a José Vicente Granado, cuya idea de la política es poner los recursos públicos al servicio de los que más los necesitan. No sé si Granado aspira a hacer política más allá de su pueblo. Ojalá lo haga porque necesitamos políticos con un espíritu como el suyo. Basta mirar alrededor para comprobar que Pescueza marca el camino.