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Antonio Tinoco Ardila

Apenas Tinta

La máquina del fango

Me hubiera gustado que Ramón Espinar, el candidato apoyado por Pablo Iglesias para dirigir Podemos en Madrid, hubiera perdido las elecciones primarias habidas en la última semana. Me hubiera gustado que las hubiera perdido no por ser el candidato de Pablo Iglesias, del que tengo opiniones encontradas: por un lado pienso que ahora mismo constituye una rémora para el crecimiento de su partido pero, por otro, es digna de admiración la capacidad que ha tenido de transformar un sentimiento de indignación de millones de españoles contra la crisis y el sistema político (el 15M) y convertirlo en menos de un lustro, según los últimos sondeos, en el primer partido de la izquierda. Aunque este Podemos se parezca a aquel 15M como se parece un huevo a una castaña.

Me hubiera gustado que Ramón Espinar hubiera perdido las primarias de Madrid porque esa derrota podría significar que los militantes de Podemos se resisten a perder el contacto con la realidad, a lo que cada vez con más insistencia les invita, por ejemplo, Pablo Iglesias. Porque la realidad es que Ramón Espinar, con la venta de su famoso piso de Alcobendas por 30.000 euros más de lo que le costó, fue un especulador de manual al que todos los dirigentes de Podemos habrían criticado con tanta severidad como razón si hubiera sido de cualquier otro partido. Y por eso mismo, habida cuenta de que en ningún momento admitió que su proceder fue censurable, debió salir ampliamente derrotado de su disputa por el control de la organización madrileña de Podemos. ¿Cómo se entiende que alguien que se comporta igual que cualquier especulador gane una elección precisamente en un partido que ha enarbolado la bandera de la lucha contra la especulación? Sólo se entiende porque han funcionado los ardides de la política en su versión rancia: aquellos que tratan de identificar a quienes les critican como enemigos embozados, sicarios de oscuros intereses, traidores al servicio de poderes ocultos… (pongan en los puntos suspensivos lo que más les guste para demonizar a los medios de comunicación. Por si les sirve de orientación, pongan “la máquina del fango”, que es la expresión que utilizó Pablo Iglesias –y que es un eco de Umberto Eco, que fue quien la acuñó– para denunciar ‘el acoso’ al que los medios estaban sometiendo a su candidato Espinar por informar de un hecho que ocurrió). A mí me duele que gente que está en Podemos porque tiene la esperanza de que ese partido sea el heraldo de una nueva política caiga en la vieja trampa de dar crédito a la teoría de las conspiraciones a la que apelan los jefes de Podemos siempre que les da un bofetón la realidad.

No falla: cuando un político acusa a la prensa de influir en un proceso en el que tenga intereses por publicar informaciones que le perjudican lo que está queriendo decir es que la prensa debería estar callada para que ese silencio se convierta en una especie de influencia por omisión a su favor. Justo eso es lo que hacen las dictaduras: tener silenciada a la prensa para que la ausencia de crítica lo interpreten los ciudadanos como un implícito y sostenido publirreportaje de lo bien que está todo. Por ejemplo, de lo bien que hizo Ramón Espinar especulando con un piso de protección oficial en Alcobendas.

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Blog personal del periodista Antonio Tinoco.


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