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Antonio Tinoco Ardila

Apenas Tinta

Nuestros hombres en el CERN

El pasado sábado este periódico publicó un reportaje sobre cuatro jóvenes científicos extremeños que están trabajando o formándose en el CERN, el Centro Europeo para la Investigación Nuclear, el inmenso laboratorio de partículas elementales situado entre Suiza y Francia, que posiblemente suponga el mayor esfuerzo internacional (participan en él 22 países, entre ellos España) centrado en el estudio de las condiciones físicas que dieron lugar al Universo. El CERN, entre otros logros, ha conseguido demostrar la existencia del bosón de Higss, una partícula subatómica que explica el origen de la materia (por eso se le llama ‘la partícula de Dios’) y por cuya formulación décadas antes de su descubrimiento Peter Higgs obtuvo el Nobel de Física. Para un físico, un ingeniero o un informático (esa es la formación de José Antonio Briz, Sara Benítez, Joaquín Terrón y Daniel Lanza, los cuatro jóvenes protagonistas del reportaje), trabajar en el CERN debe ser como para un futbolista fichar por el Barcelona o por el Real Madrid. Es decir, lo mejor de lo mejor.

El reportaje, tan bien contado por el periodista Álvaro Rubio, podía leerse como una historia del éxito al que conduce el esfuerzo y el talento de cuatro jóvenes de la región. E indudablemente lo es: están ahí por sus méritos. Pero también puede leerse como la historia de un éxito colectivo. No olvido lo lacerantemente actual que sigue siendo Ramón y Cajal cuando dijo que “en España investigar es llorar”, y tampoco que José Antonio Briz y Sara Benítez ya han dado los suficientes tumbos por no tener en nuestro país posibilidades de desarrollar sus capacidades como para poder hablar en primera persona de su particular llanto por la investigación. Pero también creo destacable señalar que estos cuatro jóvenes científicos han salido de la Universidad de Extremadura.

La Uex es una institución manifiestamente mejorable, está por debajo de la mitad de la clasificación de las universidades españolas por la calidad de su docencia e investigación. Me parece, además, que su profunda reforma debería ser una de las tareas más urgentes y necesarias de cualquier responsable, político y académico, con competencia en su destino, para que contribuya a enderezar el rumbo de esta región. Sin embargo, esta crítica no quiero que oculte lo que significa que la palabra Extremadura y la palabra investigación vayan en la misma frase y con una conjunción copulativa entre ambas. Nuestra región tiene universidad desde hace 45 años que, para una vida, quizá sea mucho, pero en términos históricos es como si la tuviera desde hace apenas cinco minutos. Yo he conocido los albores de la Uex, cuando la Facultad de Ciencias cabía en unas modestas aulas del colegio Salesianos de Badajoz. Y ahora es todo lo que he dicho aquí: una institución que precisa un profundo cambio… pero también una institución que ha hecho que jóvenes de la región miren a la comunidad científica internacional sin tener que elevar la mirada. En una comunidad tan maltratada por la Historia como la nuestra no quiero olvidar lo que significa esa mirada horizontal: que gente formada aquí puede participar en las tareas más exigentes, por ejemplo, en la de descifrar los misterios del Universo. Eso, que parece mucho, lo es.

 

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Blog personal del periodista Antonio Tinoco.


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