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Antonio Tinoco Ardila

Apenas Tinta

Plomo

 

Periódicamente, como la erupción de un volcán, a Extremadura le llegan malas noticias sobre el tren. La última, el proyecto de las compañías públicas operadoras del servicio ferroviario en España y Portugal –Renfe y Comboios de Portugal—de conectar Madrid y Lisboa en menos de cinco horas por Fuentes de Oñoro y Salamanca, para lo cual se prevé electrificar el tramo entre ese paso fronterizo y la capital, un dato que indica que se trata de un plan avanzado. De llevarse a cabo, supone echar más tierra encima aún al sueño –que tiene todos los visos de ser eterno– de la conexión por AVE entre las dos capitales ibéricas pasando por nuestra comunidad.

Parece poco discutible que Extremadura tiene una maldición con el ferrocarril, porque las malas noticias se cumplen siempre y las buenas terminan siéndolo sólo en apariencia debido a que no acaban nunca de hacerse realidad. Pero cabría preguntarse al mismo tiempo si esa maldición ha caído del cielo o tienen mucho que ver con ella dos circunstancias. La primera es la empecinada labor de incumplir promesas a la que con tanta perseverancia se han dedicado todos los gobiernos del PP y del PSOE que en España han sido. Una empecinada perseverancia en no hacer lo que se promete sólo posible porque el PP y el PSOE extremeños, cuando gobiernan los suyos, se aprestan a justificar los incumplimientos antes que a mantener viva la exigencia de que el tren no admite retrasos, aunque el que incurra en ellos sea mi partido. La constatación de que nuestro tren es mucho menos importante que romper la disciplina partidista no permite otra conclusión que la de que la conexión ferroviaria sólo importa para que adorne en el escaparate del mercado electoral.

Este guión, como cabía esperar, se ha cumplido en los últimos días y mientras Fernández Vara ha acentuado las críticas contra el Gobierno de su adversario, su delegada en la región y Monago –es decir, el PP— han echado balones fuera. En estas condiciones, el tren –lo que supone de oportunidad de progreso, que es lo importante– nunca dejará de ser en Extremadura materia de contienda y, por ello, su exigencia lleva el plomo de la división en las alas. Porque, a la postre, ¿qué tiene que reprochar ahora Fernández Vara a Rajoy que no pudiera reprocharle Monago a Zapatero cuando era este el presidente y el que generaba las malas noticias?

Con todo, en este asunto del tren, como en tantas cosas de Extremadura –y esta es la segunda circunstancia que propicia que se vea como una maldición–, la opinión pública difiere sustancialmente de la publicada, lo que significa que tras los pronunciamientos de unos y otros, las protestas y los amagos de movilizaciones incluidas, no hay mucho más que un decorado de cartón piedra. Nada sería peor para el futuro del tren que una movilización en su defensa, porque se visualizaría que a los extremeños les preocupan las conexiones ferroviarias mucho menos de lo que aparece en los medios de comunicación. Si no fuera así y el tren pesara en las urnas, pocas dudas cabrían de que el ‘ave’ volaría sin plomo.

 

 

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Blog personal del periodista Antonio Tinoco.


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