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Antonio Tinoco Ardila

Apenas Tinta

Escombro

La edición de Badajoz de este periódico traía el pasado jueves en la portada una foto de Casimiro Moreno en la que se veía a un albañil que arrojaba grava de una carretilla desde el tejado del Cubo. Ya saben, el edificio de la Facultad de Documentación y Comunicación, sito en la Alcazaba de Badajoz, cuyas dos plantas superiores ha ordenado derribar el Tribunal Superior de Justicia después de un larguísimo pleito entre la Asociación de Amigos de Badajoz, que lo ha ganado, y el Ayuntamiento y la Junta.

El caso es que hemos escrito y discutido tanto sobre este asunto, ha sido el Cubo uno de esas polémicas ciudadanas tan vivas y prolongadas, que estoy por asegurar que nadie ha visto en la imagen del periódico exclusivamente lo que muestra –el inicio de las obras de derribo justo en el momento en que se empieza a retirar del tejado del edificio la grava que lo ha protegido–, sino mucho más: para unos, esa imagen significa el triunfo de la justicia; para otros, el del fundamentalismo; para otros más, 300.000 euros del erario que podían haberse ahorrado o empleado en otra cosa.

Podrían añadirse muchas más interpretaciones a esa imagen. La mía es que en esa carretilla va, convertida en material de escombro, la Política. Así, escrita con mayúscula. La Política como instrumento para dirimir conflictos públicos. Ya sé que las sentencias, en un estado de Derecho, hay que cumplirlas. Pero también sé que la realidad no se agota en las leyes, y que si el ordenamiento de nuestra vida común se lo entregáramos exclusivamente a las leyes sería porque nos habríamos resignado a una convivencia de autómatas. Habríamos prescindido de nuestra capacidad de discutir, de acordar, de negociar para comprometernos con una decisión que se proponga el beneficio de la mayoría. Es lo que ha faltado aquí: voluntad para acordar algo mejor que lo que dicta la sentencia. Voluntad de nuestros políticos de  hacer justo para lo que se les ha puesto ahí: política, que en este caso concreto consistía en proponerle a Amigos de Badajoz, que tenían la ley de su parte, algo que beneficiara más a todos que su estricto cumplimiento, que es el derribo de dos plantas de un edificio cuya exacta reposición sería legal. Claro que en este caso, para hacer política se necesitaba de la condición previa de que nuestros representantes asumiesen la responsabilidad que les corresponde en que el asunto del Cubo haya llegado hasta los tribunales. Y aquí está el quid de la cuestión: que ninguno de los concernidos por este caso ha estado dispuesto a asumir responsabilidades sin necesidad de que se las haya tenido que exigir una sentencia.

No hubiera vuelto a escribir sobre el Cubo, –he escrito en parecidos términos más de una vez; qué periodista en Badajoz no lo ha hecho— si no fuera porque veo muchos reflejos del episodio del Cubo en la coyuntura que vivimos, la que nos ha hecho que el próximo domingo tengamos que volver a votar. Miro la actitud de los partidos –otra vez los vetos; otra vez la incapacidad para acordar y para asumir la parte de responsabilidad de cada uno en el callejón sin salida en el que estamos–  y sólo veo a la Política convertida, como la grava del Cubo, en material de escombro.

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Blog personal del periodista Antonio Tinoco.


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