(Con permiso del destinatario…)
Querido Juan Sebastián:
Tu último mail me ha dejado algo consternado y confuso. En él me pides una vez más que escriba, que no lo deje, y yo lo que no dejo es de pensar en qué, o para qué coño, o para quién, si la gente no quiere saber nada de las fabulaciones cargantes de un ex-narcisista provinciano. La gente lo que quiere es currar poco o nada, ganar mucha pasta para gastar en coches caros y cosas de esas, y si acaso joder, joder y gastar hasta caer reventados. Como se supone que hacen tan felizmente los capullos que salen por la tele.
Ya van para muchos años los que llevamos jugando a esto de ser escritores, desde allá por los últimos 90’ ¿no es cierto? Nos reuníamos en tu casa de la calle Espronceda o antiga Rua do Poço en Olivenza, muy cerca del centro, dónde viven los notarios, los constructores, los altos funcionarios, los mandos militares y toda esa canalla de nuestros parientes. Prendíamos los primeros pitillos robados a los padres entre muebles antiguos y malas reproducciones de Murillo -de un ocre espantoso- que parecían ensalzar una remota ascendencia noble y agroganadera. Niños aún mudando la piel de la postrera infancia, desflorando la inocencia del amor primero a ritmo de rock and roll y versos púberes, abriendo de par en par las puertas al futuro desencanto, devorando a Hesse/Joyce/Dostoievski como bálsamos a la orfandad y la violencia doméstica, amarillos de rojo libanés en las fiestas del pueblo, borrachos, absortos en las vidrieras góticas de las iglesias… instantes microcósmicos que son todo lo que queda de un ayer ya lejano en el que hoy parece que crecimos de golpe.
Después vinieron Madrid y las tertulias, bohemia de Malasaña a las seis de la mañana, poetastros de sombrerito y mohines plagiados, epígonos de epígonos, insanas azafatas de bajos vuelos –que como no, también escriben-, Miller/Umbral/Cortazar, el gilipollas de Salem blandiendo la batuta del oportunismo, Ginsberg/Alejandra/Sabines, desengaños amorosos y fracasos académicos, madrugadas en Gran Vía sintiéndonos más tristes y vacios que las putas, curros precarios y desasosiego, veranos nómadas, litorales, Granada con Aleixandre y taxis urgentes al extrarradio, ángeles de Alberti fluctuando en la niebla de nuestro insomnio ¿Recuerdas? Yo leía a Burroughs y tú me dabas el coñazo con tu rollo buenista de medio rico –proyectos altruistas que cayeron con los sueños por el desagüe del lavabo, piadosas utopías- aún la bonanza económica nos permitió expandir nuestra derrota por el Mundo: Buenos Aires, Valparaíso, ciudades que se mezclan y confunden como residuos de un pasado tóxico… la primera década del segundo milenio que acababa en nada, tan solo un par de antologías infamantes y una resaca del carajo.
¿Y sigues pidiéndome que escriba? Ahora que España se derrumba y vamos para los treinta, que nos asoman las plumas blancas de la edad adulta como a faisanes que han dejado de ser nuevos, ahora, que por fin cago duro y me ha dejado de doler el tarro ¿Ahora es el momento de hacer literatura?