Por Tania Agúndez
Pasaron los Palomos y regresó la polémica. El evento que nació para expresar el rechazo a unas desafortunadas declaraciones del alcalde de la ciudad, Miguel Celdrán, ha sido respaldado por segundo año consecutivo por miles de personas. Aunque su éxito es evidente, parece que ahora el problema es otro. La cuestión está en discernir si la fiesta es un acto reivindicativo o un mero botellón.
Quien estuviera el pasado sábado en la Plaza Alta pudo observar a muchos ciudadanos (jóvenes y no tan jóvenes) bebiendo, bailando y disfrutando del buen ambiente. Pero también pudieron ver a ‘Drag queen’, chicos y chicas cogidos de la mano con personas de su mismo sexo y adolescentes portando pancartas con distintos lemas rechazando la homofobia.
La reivindicación no es sólo secundar una marcha o manifestarse mediante concentraciones. La verdadera reivindicación es salir a la calle y poder ser uno mismo. Poder besar a quien uno quiera o poder vestir como a uno le guste. Y eso era lo que los asistentes reclamaban el pasado sábado en la Plaza Alta. Pacenses y numerosas personas que acudieron de fuera de Badajoz reclamaron con su presencia respeto a la diversidad sexual así como mayor tolerancia, integración e igualdad a una sociedad a la que aún le queda mucho en lo que avanzar.
Muchas ciudades tienen su fiesta del ‘Orgullo Gay’, mientras que Badajoz puede presumir de haber creado un sello propio de esta jornada. No hay que olvidar que se trata de un acto simbólico, una cita en la que se celebra que la lucha se hace día a día y en la que se recuerda que la libertad empieza por poder ser libre desde uno mismo.