Por Ángela Pérez La otra noche, mientras bajaba tranquilamente la basura, escuché como un hombre, de mediana edad, le gritaba a una mujer que podía oscilar perfectamente los sesenta años: “¡Estate tranquila que no muerde!”. Se lo decía a bastantes metros de distancia. Sin embargo, su perro, del que no podría definir la raza pero […]