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Badajoz de HOY

El Badajoz de HOY

Uno más de la familia

Ángela Pérez

Dicen que las mudanzas no acaban nunca. Hace seis meses comencé yo con la mía y ¡que razón tienen! Aún son muchas las cajas amontonadas, apiladas unas encima de otras en mi trastero, que esperan ser revisadas. El otro día, valiente de mí, me atreví a coger un par de ellas para reubicar cada objeto en el nuevo lugar que ocuparán. Al abrir la primera apareció un álbum de fotos, de aquellos tiempos en los que aún íbamos con nuestros carretes ilusionados hasta una tienda esperando ver qué habíamos sido capaces de capturar. Revisando aquel completísimo recopilatorio de imágenes, vi una que me emocionó. Allí estaba Arbi, si es que se escribe así porque nunca he estado segura, sonriente, posando junto a mí y con un manto verde de césped al fondo.

Recuerdo el día que llegó por primera vez. Yo tendría unos catorce años y él apenas ocho recién cumplidos. Entró por la puerta de la piscina, agarrado de la mano de su nueva hermana, María. Su expresión era una mezcla de miedo, inquietud y, a la vez, emoción. Al principio no quería hablar con nadie. Se mantenía pegado ‘a las faldas’ de su hermana, pero al cabo de unos días no había quién le parara. Le encantaba darse chapuzones con el resto de niños y cada tarde, a la hora de merendar, se sentaba con nuestro grupo de amigos, cogía su bocadillo y nos respondía a las miles de preguntas que le hacíamos. Era la primera vez que alguien de nuestro entorno acogía a un niño saharaui. No sabíamos nada sobre cómo vivía ni dónde ni cuáles eran sus costumbres. Fue fascinante conocer un lugar hasta entonces inexistente en nuestras mentes desde su propia visión, la de un pequeño de ocho años al que nuestro pueblo le parecía un verdadero paraíso.

Tras él llegaron muchos. Alguien a quien nunca olvidaré será Salá. Era un auténtico ‘bicho’, no había travesura que se le resistiera. El último verano que pasó aquí, un amigo y yo le regalamos un disco, que habíamos encontrado rebuscando entre cds antiguos en un supermercado, de un cantante árabe. Al dárselo se le escaparon las lágrimas, en el fondo era todo corazón.

Desde entonces, cada verano son muchos los niños saharauis que llegan a nuestra región. En Badajoz estas ‘Vacaciones en paz’ las vivirán 167 chicos. Sorprende que con los malos momentos económicos que están pasando muchos de nuestros vecinos, aún haya tantas familias dispuestas a hacer un esfuerzo para darles a estos pequeños un nuevo hogar durante el periodo estival. Solo el viaje cuesta 700 euros, pero como me aseguró Pedro esta semana, miembro de la Asociación Amigos del Pueblo Saharaui, “¿qué valor tiene ese dinero en comparación con todo lo que ellos son capaces de darnos?”. Y es que como bien me explicó, al igual que mi amiga María en su momento, no son niños acogidos, son uno más de la familia.

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