Por Rocío Romero
A poco menos de 13 kilómetros de Badajoz por la carretera de Sevilla debe ocurrir algo. Cuando los conductores ven la verja de hierro de Rosas de Extremadura se ponen nerviosos. De no ser así no entiendo por qué pisan el acelerador y los adelantamientos son, conforme más se acerca uno a la ciudad, más imprudentes. No sé calcular cuánto tiempo pueden adelantar, pero debe ser una eternidad sino les importa jugarse el pellejo. Esa es, al menos, la escena que muchos conductores presencian cada vez que recorren la carretera que une Granada con Badajoz un domingo por la tarde. De no llevar las manos en el volante, se las echarían a la cabeza.
Dentro de unos días, sin embargo, los amantes de la velocidad lo tendrán más complicado. La limitación de velocidad no estará en 100 kilómetros por hora, sino en 90, como la N432. Así será en las carreteras dentro de pocas semanas si definitivamente entra en vigor el anuncio que realizó ayer el ministro del Interior, Jorge Fernández. Todavía está en estudio la posibilidad de aumentar el tope a los 130 kilómetros por hora para autovías y autopistas. El motivo es que el Gobierno entiende que no es razonable la diferencia de 20 kilómetros entre vías principales y secundarias. En los próximos días se escucharán muchas críticas, como en su día se hicieron al Ejecutivo de Rodríguez Zapatero al reducir la velocidad en las carreteras. ¿Cuánto costarán las nuevas señales o las pegatinas?
Más allá de la oportunidad o el coste de la medida, lo cierto es que Tráfico señaló la pasada semana que el riesgo de sufrir un accidente se multiplica por dos en las carreteras secundarias. Un despiste puede ser fatal al invadir el carril contrario y acabar no solo con tu vida, sino también con los que tengan la mala fortuna de pasar en ese momento. Pero eso parecen no entenderlo algunos de los conductores que terminado el fin de semana pisan el acelerador con fuerza en la carretera de Zafra. Y con más insistencia cuanto más se acercan a Badajoz.