Desde este fin de semana está cerrada al tráfico la Plaza Alta. Se puede subir en coche hasta San José o hasta el Campillo para aparcar, pero no se puede atravesar la plaza. Es por una buena razón o la mejor: van a rehabilitar el Arco del Peso así que estará cerrado dos meses.
Este cierre, sin embargo, recuerda otros que no hacen tanta ilusión. Por si alguien no lo sabe, en el Casco Antiguo hay una guerra de las vallas. Yo vivo allí y me encanta el barrio, pero a veces llegar a mi garaje puede suponer un cuarto de hora de vueltas porque hay hasta tres calles cerradas a la vez. Al final la única solución suele ser circular por dirección contraria y jugársela o parar el coche, salir, mover la correspondiente valla, volver al coche, pasar la valla, salir, ponerla en su sitio y por fin seguir la ruta. Y parece algo anecdótico pero es raro que no me pase, al menos, cada par de semanas.
Ahora llega lo peor. Evidentemente hay obras de rehabilitación de edificios o de pintura de fachadas que deben cerrar la calle, lo señalizan y en ocasiones incluso exhiben el permiso. Otros cortes con vallas, sin embargo, son muy sospechosos. Un camión cargando o descargando con una valla sin distintivo o incluso sin valla, con todo su desparpajo, paran el coche y cuando llegas te dicen: “vamos a tardar un cuarto de hora”. No sirve para nada discutir, lo tengo comprobado, así que la única opción es respirar hondo, ir marcha atrás, normalmente avisar a algún otro conductor que también se ha colado en la calle y seguir camino dando un rodeo.
Los que viven en el Casco Antiguo normalmente están concienciados con que es un barrio distinto. Hay ruido, las fiestas cortan las calles y lograr aparcamiento es una aventura si no tienes garaje. Pero la guerra de las vallas es del todo injusta. Se abusa de los vecinos y de la impunidad. Ya vale.