Por Evaristo Fernández de Vega

A comienzos del siglo XII, la reina de Francia visitó Brujas. «Pensé que solo yo era reina, pero veo que tengo seiscientas rivales aquí», exclamó al contemplar la pujanza de la ciudad.

En esa época, Brujas tenía los mejores telares de Centroeuropa y los barcos transportaban el género por el caudaloso río Zwin. De regreso, volvían a la ciudad cargados de queso, lana y minerales ingleses, vino español, pieles rusas, cerdo danés y especias del Este.

Del éxito de esa ciudad habla Tim Harford en ‘El economista camuflado’, una brillante aproximación a la economía en la que relata el declive de esta ciudad belga cuando el cauce del río Zwin dejó de ser navegable. «Brujas, rápida y literalmente, se convirtió en un remanso. La zona estaba tan muerta que se la denominó ‘Bruges-La-Morte».

Traigo aquí esta historia porque tiene cierta similitud con el éxito comercial de Badajoz. Desde que desaparecieron los puestos fronterizos, miles de portugueses visitan cada día la ciudad buscando los productos que necesitan. Carrefour, El Corte Inglés, Menacho, y ahora también El Faro, tienen en la capital pacense su principal centro de compras.

Pero de un tiempo a esta parte, un peligro se cierne sobre nuestro comercio. El euro está en riesgo y hay expertos que aconsejan sacar a los países más pobres (Grecia, Portugal y España) del club de la moneda única.

Una decisión así tendría ventajas e inconvenientes, pero no sería inofensiva para una ciudad como la nuestra. Podría llegar acompañada de la vueltade los controles fronterizos, con sus largas colas de coches; llevaría aparejado el regreso de la peseta y el escudo, con el consiguiente lío de precios; tal vez crecería el recelo entre ambos países, que dejarían de pertenecer al club de los privilegiados; y todo ello complicaría hacer negocios con Portugal.

Un escenario así, no parece probable. Pero cosas más extrañas se han vivido en épocas pasadas. Y no deberíamos extrañarnos, si algún día ocurrieran. Para Badajoz ha sido clave dejar de ser el límite de un país para convertirse en el epicentro comercial de una amplia área transfronteriza. Y su futuro, por más que tenga inconvenientes, también pasa por Europa. No es casualidad que el centro comercial más grande de Extremadura esté justo en la frontera.