Ya está aquí. Ya llegó. La fiesta grande de Badajoz explotará este fin de semana, aunque los murgueros lleven ya muchas semanas de ensayos y haga meses que los comparseros comenzaran a dar las puntadas al Carnaval. El viernes, los pequeños darán el pistoletazo de salida a una juerga que no tiene edad ni necesita nada más que unas gafas y una peluca para disfrutar. Este año, como los anteriores, habrá entretenimiento al observar los disfraces de la gente que no se resiste a echarse a la calle. Los anuncios del 11888 con el pelocho y la columna del anuncio que aparecía en un garaje harta de llevarse todos los golpes de los conductores son ejemplos del ingenio de los pacenses. Es lo mejor de Badajoz, que ningún atuendo se ve ridículo. Ahí radica la esencia de la fiesta para todos.
Más allá de una escasa semana en la que reírse de los escándalos, serán también días de un respiro a los bares que harán su agosto en pleno febrero y de los eventuales que encuentren un trabajo para sobrellevar algo mejor las próximas semanas. La polémica, no obstante, ya está sobre la mesa. El Ayuntamiento ha decidido por primera vez prohibir a los bares poner altavoces en las calles u orientarlos al exterior con el fin de evitar aglomeraciones a las puertas de los locales y reducir el ruido que soportan los vecinos del centro estos días. A los hosteleros les parece mal porque restará ambiente a sus bares y a los residentes bien porque les permitirá cerrar el ojo alguna hora más.
El Carnaval: fiesta para unos, trabajo para otros y poco descanso para los vecinos. Ya está aquí. Ya llegó.