El lunes volvió a ocurrir. A las ocho y media de la tarde un coche arrolló a una niña, esta vez fue en Suerte de Saavedra, pero unos días antes pasó lo mismo en la Paz, en Valdepasillas y en San Roque.

El goteo de incidentes de este tipo se repite casi a diario en una ciudad en la que abundan las bandas reductoras, los fotorrojos, los pasos de peatones elevados, las marca asimétricas y hasta un muñequito amarillo en la acera aconsejando el itinerario más seguro.  Los conductores siguen empeñados en desbaratar todas las propuestas de la Policía Local para mejorar la seguridad al cruzar las grandes avenidas.
Pero no hay que descarga toda la culpa sobre los que van al volante, a veces se cruzan con imprudentes a pie que salen de un seto de la ‘autopista’, de una acera de la avenida de Elvas o de un semáforo ámbar en Ricardo Carapeto como si entrenara para los cien metros lisos. Afortunadamente, todo queda en un susto. La aparatosa parafernalia que se repite: ambulancia a todo trapo, policía local con sirenas, testigos corriendo y madres asustadas, no va más allá de un golpe leve o varios moratones. Pero algún día el susto se puede tornar en tragedia. Entonces quizá sea demasiado tarde para apurar los semáforos en rojo o en verde, maldecir el salto elevado y reirse del muñequito amarillo. No hay excusas.