Recordaba el otro día una profesora de una céntrica autoescuela de Badajoz que en 2008, hace unos cinco años, tuvieron un fenómeno nuevo que les llamó mucho la atención. Señoras que rondaban las cincuenta primaveras acudían en pandilla a las clases teóricas y prácticas para obtener lo antes posible el carné de conducir. ¿El motivo? Se acababan de separar y buscaban la mayor independencia posible. Se acababa eso de que las llevaran a todas partes, ahora querían ser ellas las que macaran su propia ruta. Pero llegó la crisis y se acabó el invento. Cuando la necesidad aprieta hay que priorizar, y vivir cada uno por su cuenta no es para nada una solución económica. Y claro, el problema ya no es sólo que estas alumnas hayan desaparecido de las autoescuelas, ni que la crisis no les permita la independencia de tener su carné de conducir, es que ni siquiera les da la posibilidad de separarse por el ‘simple’ motivo del dinero. Es inquietante pensar hasta qué punto la sociedad del bienestar (o sociedad del consumo, lo mismo da) marca duramente las pautas que ha de seguir una persona. Nos creíamos libres teniéndolo todo.