Ni el Faro parece indemne al desplome del consumo. Las penas no se limitan sólo a Menacho o los pequeños comerciantes de San Roque, las multinacionales también lloran y con la deriva que lleva la depresión económica, parece que más que dinero, hace falta imaginación para seducir a una clientela con los bolsillos vacíos. Promociones familiares, ofertas de varios por uno y hasta rebajas todo el año. Es la economía del low cost la que se abre camino.
En Valdepasillas ya hay una cafetería que anuncia en su pizarra de menú precio ‘low cost’ y junto al solar donde se monta el mercadillo los domingos ha abierto una gasolinera con el mismo epígrafe. Ahora los viajeros eligen aerolíneas low cost para moverse por el mundo, navegan por Internet con tarifa plana y sólo salen a comer si la pizzería mantiene el tres por uno.
Basta pasarse un miércoles por los 101 montaditos de Sinforiano Madroñero o un sábado por el italiano de tarifa plana de El Faro para comprobar que el formato low cost se impone. Aunque no es una moda, es una necesidad.