Por TANIA AGÚNDEZ
A diario leemos en los periódicos, vemos en los telediarios o escuchamos en la radio las negativas consecuencias que arrastra desde hace años la crisis económica. Para que se pudiera entender fácilmente yo diría que es mala, dañina, pero también ladrona. A mí, concretamente, me está robando mis amigos.
Cada vez veo más maletas hechas y cada muy poco tiempo estoy invitada a más despedidas. Amigos de toda la vida, conocidos o compañeros se han visto obligados a dejar de patear las calles de Mérida, Badajoz o Cáceres buscando empleo, para llamar a las puertas de un nuevo país. Jóvenes arquitectos, aparejadores, periodistas o ingenieros que hasta se habían planteado renunciar a trabajar en su sector por quedarse en su país.
Alemania, Austria, Inglaterra, Francia, Brasil o el Congo son solo algunos de los lugares a los que he mandado un trocito de mi corazón, porque una parte de los que nos quedamos en España también se va con ellos.
Para la ministra de Empleo, Fátima Báñez, son personas que se apuntan a la moda de la “movilidad exterior”. Para mí, son jóvenes fuertes, valientes y con inquietudes, víctimas de una situación que no han generado ellos.