Por Antonio Gilgado
Morir de éxito tiene su elegancia, pero nadie te quita la amarga sensación de desaparecer. Los Palomos ya no pueden celebrarse en la plaza Alta. La llamada gay a celebrar la igualdad sexual ha resultado tan atronadora que convierte el tumulto en un peligro. Que 16.000 personas se quieran meter entre las tres paredes que separan el arco del Peso y el Campillo obliga a buscar otro sitio. No caben todos.
El problema es que quizá, en otro emplazamiento, la llamada ya no resulte tan atractiva. Sacarlo a Ifeba o al ferial sería la puntilla definitiva para revestirlo de un macrobotellón sin encanto, similar a la fiesta de la Primavera de los universitarios o el Día del Borracho de Navidad. El cambio de emplazamiento obliga a replantearse la fiesta y esto entraña sus riesgos. La explanada de la Alcazaba podría convertirse en un nuevo escenario, pero hay quien no ve con buenos ojos que un monumento en rehabilitación albergue un acontecimiento con tanto trasiego. Los organizadores de la Fundación Triángulo ya han dicho que no se mueven del Casco Antiguo y eso puede ser el primer paso para una nueva polémica. No todos los eventos han sobrevivido a los cambios, pero todos, tarde o temprano, han tenido que cambiar. La decisión no es fácil.